Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Quien crea que en estas últimas elecciones España votó distinto está cegato o piensa poco... y eso de que el bipartidismo ha muerto es espejismo o lírica de tertulia.

De nuevo fue Sócrates V. quien nos tranquilizó ante el aparente atolladero al que nos llevaron las urnas dejando en un sinvivir a las trastiendas de cada partido en las que nadie sabe por dónde tirará la burra. Este país, dice el profesor, sigue votando igual, lo mismo hoy que hace treinta años: mitad derechas, mitad izquierdas, llámense como se llamen los partidos que oficien en las dos eternas Españas... de aquí no salimos, el piñón fijo nos gobierna... y nada cambia.

Es cierto, sumando los diputados de PP y Ciudadanos por un lado y los de socialistas y Podemos por otro (y repartiéndose cada cual el resto de la pedrea parlamentaria), el resultado repite la rutina de colores que se ha instalado en las Cortes desde hace décadas.

Pero un periódico de trinchera tituló la misma noche electoral: «España sin gobierno» como quien dice «Nadie al timón y a la deriva», dando munición gratis a la idea de catástrofe que constipa a la Bolsa, a la prensa extranjera, a la prima de riesgo y a Rajoy.

Salvador Pániker, uno de los pensadores respetados y decentes de este país, decía anteayer presentando su libro «Diario del anciano averiado»: «El defecto nacional es que nadie escucha ni cambia sus paradigmas». Sócrates lo tradujo: En esta país cada cual seguirá votando a sus hijos de puta, lo que quiere decir que los hijos de puta de enfrente siempre estarán dándonos razones para no salirnos del piñón fijo que establece el «y tú, más».

La España real nunca cambia el voto, quiá, nunca votará a favor de alguien, sino contra el otro, cosa que excita mucho en este Reino de la Envidia donde no hay cosa que más nos alegre que la desgracia del rival.

Y nadie escucha.

Nadie cambia su piñón fijo.

Esta es la tragedia nacional.

De esta forma tan sencilla, Pániker ha sentado una verdad delatora en el sillón presidencial que ahora se rifa.

La sordera manda. El voto invita. O sea: pico de tordo y hacerse el sordo.

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