Diario de León

CUARTO CRECIENTE

El libro imposible

Ponferrada

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Imagínense un libro imposible de leer, una enciclopedia de un mundo desconocido, escrita en un alfabeto curvilíneo que nadie entiende. Un libro que no dice nada en realidad. Páginas sin significado aparente.

Disfruten con sus ilustraciones. Interprétenlas, porque esconden el verdadero mensaje de la obra. Una pareja que hace el amor y poco a poco, mientras se abraza, el sexo se transforma en otra cosa. En un caimán que los devora y deja el lecho vacío. Napoleón, o alguien que se le parece, rodeado de soldaditos de plomo. Flores raras. Animales misteriosos, mitad caballo, mitad gusano. Cérvidos que crecen en macetas. Árboles que nadan en un lago. Raíces de las que nacen escaleras. Máquinas prodigiosas, artefactos extravagantes, cachivaches. Entre la fantasía y el surrealismo. Un libro extraordinario, que rivaliza con La historia interminable y El Señor de los anillos.

Conozcan a su autor. Un arquitecto. Un diseñador industrial. Un genio. Un loco. Un bibliófilo que hace cuarenta años, quizá deslumbrado por un códice medieval igual de hermético, el Manuscrito Voynich, aún más misterioso, dedicó treinta meses de su vida a escribir y dibujar los dos tomos de un tratado ininteligible. Alimento de teorías conspiratorias y de alucinaciones extraterrestres.

Es el Codex Seraphinianus. La obra magna de Luigi Serafini. Hablamos de ella en este periódico hace unos días porque un ejemplar del libro publicado por primera vez en 1981 y reeditado en distinas ocasiones en tiradas cortas y lujosas, se encuentra en la Biblioteca Templaria del Castillo de Ponferrada. Y le tenemos que dar las gracias a la bibliofilia de Antonio Ovalle, el coleccionista que ha cedido a la ciudad los códices facsimilados y los libros de autor que se exponen al público en la fortaleza medieval bajo el epígrafe de Templum Libri.

Recientemente, Serafini ha dicho que lo escribió inspirado por un gato blanco. Supongo que forma parte de la broma. No hay autor más sabio que un gato. Porque las 360 páginas de la enciclopedia, con letras que recuerdan a los rabos de ratón, no significan nada. Nada. Y no deja de ser una metáfora grandiosa de la realidad que nos inventamos a diario para ordenar el caos.

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