Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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S i hablamos de historia, monumentalidad y arte, León es un auténtico diamante en bruto que, por uno u otro motivo, ha ido cayendo en una decadencia social y económica que se pone de manifiesto en esos odiosos carteles de «Se vende» o «Se traspasa», visibles aquí y allá en todos nuestros barrios. No siempre fue así, pues la antiquísima corte de los Ordoño, los Alfonso y los Bermudo tuvo mucho que ver en la configuración de la etapa más gloriosa y rutilante vivida en el país. Para no enredarnos en inútiles melancolías, nos conformaremos con pasear por calles dibujadas mediante surcos de eternidad y monumentos que ayudan a redondear una exquisita puesta en escena. Por una carambola del siempre aleatorio e imprevisto azar, este periódico que guarda entre sus páginas toneladas de información anunciaba en fechas pasadas la posible canonización de Antonio Gaudí, un hombre capaz de ensamblar piezas y detalles como si fuera un juego, por lo que está considerado como «el Mozart de los arquitectos».

Una de las joyas de la capital leonesa es la casa Botines, esa suerte de cuento de hadas que recibió en el momento de su construcción todo un aluvión de críticas por sus fascinantes e insólitas hechuras. Blasfemia cívica que afortunadamente no paralizó un proyecto que documenta aquella época y, lo que es más importante, una forma de hacer arquitectura. Con el propósito de remediar mi docta ignorancia sobre el mito Gaudí, acudo a uno de los grandes expertos en iluminar al lector sobre la figura del genial artista catalán que, dicen, huele a santidad.

Me refiero al astorgano José María Fernández Chimeno, autor de afilada inteligencia y excelente estilo que ha estudiado en profundidad el soplo casi divino que inspiró a don Antonio a la hora de crear ese escaparate de asombros que es la casa Botines.

Sobre gustos hay mucho escrito, y en el caso de Chimeno se circunscribe a los temas históricos y, por supuesto, al arquitecto Gaudí, un cristiano de irreprochable comportamiento y siempre atento a la higiene del espíritu, empeñado en demostrar que el genio es la paciencia.

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