Diario de León
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fuera de juego carlos frá
León

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Dice la sabiduría popular que el tiempo acaba poniendo las cosas en su sitio. Quizás sólo sea una fórmula más de estrategia narcotizante para combatir aquello de que el que espera desespera. Pero hay veces en que parece que se hace verdad porque a falta de pan buenas son tortas.

O eso quizás es lo que se dice y se siente más o menos veladamente sobre ese juicio que pese a quien pese se ha producido y sobre el que el jurado de algún modo también emitirá su veredicto. Nadie merece morir tiroteado por la espalda. Nadie. Pero la impunidad es una de las mayores injusticias en las que puede incurrir una sociedad. Escuché a un familiar ‘político’ unos días después del crimen que nunca había visto nada parecido. En su dilatada vida no había presenciado un caso asimilable en el que a nadie se le hubiese escapado un ‘pobre’ al pensar en la víctima de los disparos.

Por eso en medio de este ambiente que recrea Puerto Hurraco también por los silencios y las medias verdades llama la atención que alguien tenga el valor de romper la ‘omertá’ y diga que «da la risa que ya no conozcan a Triana». Se rompe así un cordón tan aséptico en estos tiempos en los que muchos se regocijan en voz baja porque llega la justicia —esperemos que no con el retardo de la bala mortal— aunque ellos mismos fueron los que no la buscaron cuando había que dar la cara y escuchar a las otras víctimas de sinrazones.

Vivimos un juicio evidente pero sin luz ni taquígrafos, algo que por desgracia es tan frecuente en la política, como nos lo están demostrando los que se reparten el próximo pastel a servir en La Moncloa sin que sepamos nada sobre los ingredientes.

Cada uno va cayendo en su sitio a la espera del veredicto del auténtico crimen, el que nadie debería justificar, ni siquiera apelando a un ‘era cuestión de tiempo’. Porque entonces se abre la puerta hacia el terrible ‘algo habrán hecho’ al que tantas veces se ha apelado en España por parte de unos y de otros, y que ha llenado cunetas y esquelas durante décadas. Justificar hace posible pasarse el día exigiendo justicia por lo de hace 80 años mientras se avala la mofa a las miles de familias que han padecido de forma directa la vileza del terrorismo hasta anteayer. El siguiente argumento en la lista, el que rompe la baraja, es bien conocido: ‘y que se jodan’.

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