Diario de León

TRIBUNA

Lidia Valentín vence a los titanes

Publicado por
Pedro Díaz Fernández Licenciado en Psicología
León

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H an tenido que pasar ocho años para descubrir que a Lidia Valentín le robaron la medalla de plata en Pekín, además del oro de Londres. Ni competir con mujeres dopadas ni la injusticia olimpica, parecen humillarla, porque Lidia es capaz de desafiar al mundo.

Ante los cantos de sirena que seducen a nuestras hijas, con colecciones de cromos de cenicienta, con camisetas de la bella durmiente, contra toda la maquinaria ideada por Walt Disney y sus cientos de artistas, surge una heroína hecha a sí misma. Y si tantas y tantas princesitas de celulosa y cuento muestran que con su hermosura llegarán a conquistar al príncipe azul, que lograrán seducir al macho salvador que las compensará para siempre con su riqueza y el estatus social de «mujer de…», o esa otra bella que les enseña como con comprensión y cariño se puede transformar en un príncipe al monstruo que la tiene secuestrada, Lidia nos demuestra que se vale por sí misma, que no necesita a nadie que la salve de un mundo plagado de estereotipos.

Es posible que, igual que le sucedió a Rose Will Monroe, Lidia desconozca la fuerza de su imagen. Pero existe una gran diferencia: mientras el icono Roise, esa mujer con un pañuelo rojo en la cabeza arremangada para marcar músculo, se ideó artificialmente con el fin de atraer a las mujeres a los puestos de las fábricas dejados por los soldados americanos mientras luchaban durante la II Guerra Mundial, la imagen de la rubia que desafía al mundo con una sonrisa es tan natural como sus mismos paisanos, como la tierra que la vio nacer y nunca llegó a imaginarse de lo que sería capaz.

Lidia ha perseguido un sueño en el que han cargado el mundo a sus espaldas. No solo la biología determina nuestros cuerpos. La cultura, los cánones de belleza, los moldean tal vez con mayor fuerza, llegándose incluso a suplir con plástico lo que la naturaleza nos ha negado. La antropología estudia si el gusto por las mujeres con espalda estrecha es una de las causas por las que en un país como Brasil, con todas las condiciones para que existan extraordinarias nadadoras, no puedan competir con las norte europeas, donde está más aceptada la anchura y el desarrollo muscular de la espalda en las mujeres. Lidia ha estado por encima de cualquier presión cultural para poder dedicarse a la halterofilia.

Y después de enseñar a nuestras hijas que se puede luchar por la excelencia y contra los prejuicios, aún les ha dado otra lección: les previene de la ingenua creencia de que vivimos en un mundo justo. A pesar de merecerse las medallas, la beca, la gratificación económica, la gloria… todo se lo han robado. Que le entreguen la plata después de ocho años, el oro de Europa y se lo reconozcan con pequeños titulares en los periódicos, puede reparar el daño hasta cierto punto, pero ya nunca se podrá hacer justicia. Y si Atlas, el Titán, se resignó a cargar el mundo sobre sus hombros condenado por Zeus, Lidia levanta todo el peso de sus injusticias sin dejar de sonreír.

En estas líneas, Lidia comparte algo con Schehrazada. En un país donde un rey cornudo y misógino se acostaba con todas las hijas núbiles de sus súbditos para asesinarlas al día siguiente, Scherezada tuvo que seducirlo durante mil y una noches después de que la llevasen por la fuerza a sus aposentos. La paradoja radica en que no encontramos en la obra apenas una descripción del físico de aquella muchacha que logró seducir al rey hasta tal punto que le fue imposible darle muerte. Nada sabemos de su cuerpo, su talento fue lo que lo cautivo; al igual que es el tesón y la fortaleza, entre otras virtudes, con lo que nuestra haltera conquista a su público.

No, no voy a describir ni a opinar sobre su físico, que nada tiene que ver con sus logros. Quizá la malevolencia quiera ver en esta actitud un intento de ocultar algo. A quién piense así, Lidia le dará una última lección. Si alguien quisiera prejuzgar a nuestra campeona con toda esa lista de adjetivos con los que se pretende ridiculizar el aspecto físico de muchas mujeres, se llevaría una sorpresa. Lidia está por encima de muchos cánones de belleza, algunos tan irreales e inalcanzables que llevan a nuestras hijas a la enfermedad, pero no por ello ha renunciado a la belleza misma.

La vida y la imagen de una mujer, que puede representar la lucha anónima de miles, ensombrece el icono del empoderamiento femenino más difundido en occidente. La imagen de Rosie the riveter, hoy explotado con fines comerciales por la mismísima Beyonce, y la maquinaria propagandística de la superpotencia han sido superadas. En lo más alto del pódium se alza nuestra guapa haltera, que desafia al mundo mientras sonríe y forma un corazón con sus manos.

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