Diario de León
Publicado por
José María Prieto Serra escritor y experto en márketing y cOMUNICACIÓN
León

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V amos a ver; estamos o no estamos. ¿Cómo es posible que dos personajes, (al final han resultado personajillos) como Rato y Blesa estén representando la comedia de su vida, con esa poca categoría de actores. Y además, embusteros. Parece mentira que dos personajillos de este porte, que parecía que arrasaban cuando entraban, por ejemplo, en un restaurante, ahora, cuando están en el banquillo, comienzan a desbarrar y a defenderse de la manera más ridícula e impresentable. ¿Cómo es posible?

Muy sencillo, es un asunto de parné, como dirían los gitanos. O sea, de pasta.

Uno de ellos, Rato, dice que las tarjetas formaban parte del salario. Naturalmente el secretario de Caja Madrid, a la sazón, lo ha desmentido. Rato, está usted mintiendo y haciendo trampa.

Y el otro, Blesa, dice que no tiene ni para pagar a una empleada del hogar que haga sus labores en su casa de él. Blesa, mentiroso y tramposo. Y además cara dura.

Pero ¿es que no tenemos en España hombres honestos, honrados, capaces y fieles a las empresas que les dan de comer? Pero, ¿esta gente donde se ha educado? Muy bien planchadas las camisas pero nada de nada. ¡Joder qué pena!

No pueden engañarnos apareciendo en el juzgado en coches utilitarios, cuando sabemos que su costumbre son yates y cacerías a todo tren. ¿A quién quieren engañar?. Lo de las tarjetas les salió medio bien, pero esto no tiene un pase. Y esperemos que le Justicia esté a la altura. Sin miedo. Como se dice vulgarmente, caiga quien caiga.

Pero, ¿por qué no devuelven el dinero robado, sustraído, distraído, escondido, y yo que sé qué más.¿Por qué no lo devuelven? Sería la forma más rápida de acabar con esta farsa. De eso si entendemos los ciudadanos de a pie. De las preferentes y otras mentiras, de eso entienden ellos, entendían ellos. Pero de esto, no. Y sin embargo es muy sencillo. Devuelvan lo que han robado a los demás y asunto concluido. No tienen vdes. ninguna categoría por mucha presidencia que hayan ejercido o por mucho cinco tenedores que hayan frecuentado.

¡Qué difícil es arreglar el problema de nuestro país, de España! Cuando no son unos, son otros pero siempre está la peonza en juego. Y siempre me pregunto, nos preguntamos, hacia donde nos lleva todo esto. ¿No nos damos cuenta que este no es el camino?

¿Qué tiene que ocurrir para que digamos «basta ya»? Nos merecemos mejores gobernantes, de acuerdo. Pero, por favor, mejores empresarios, de los que dan ejemplo de los que, con su talento y unos equipos eficaces, crean riqueza y, al final, dejan huella.

¿Cuál es el ejemplo de Rato y Blesa, de Blesa y Rato? ¿No se les cae la cara de vergüenza? Por algo será. ¿Y sus entonces empleados qué dirán ahora?

Si hombre si, tramposos y mentirosos. Pero nadie se lo dice. Ahora están en el paripé del juicio. Ellos se ríen a pesar de la seriedad de sus caras. Pero continúan, han vencido al ridículo y eso les da moral parar continuar. ¿Hasta donde?. Por ellos hasta el infinito. Cuando te metes en la vorágine, es muy difícil salir, es imposible. Pero ellos no tienen remedio. Habrá que huir hacia delante. ¿O alguien les va a contratar?. Por favor.

¿Y este es el legado que este par de personajillos va a dejar a sus sucesores? Pues mire usted, seguro que ellos están orgullosos, nos la han metido doblada, bien y qué. Ellos estarán orgullosos. Qué remedio pero qué pena de personajes, qué pena de país, que pena de nosotros, que, inocentes, creíamos en la democracia y mira lo que nos está ocurriendo.

Dice Blesa que él, por falta de dinero, tiene que hacer las labores de la casa.

Pues como las haga en la línea que hacía sus labores en Caja Madrid, debe tener una casa que no hay por donde mirarla. A lo mejor, utilizando las tarjetas famosas que parece que nadie sabían qué eran, pueda pagar a alguien que le ayude en las labores del hogar.

Tengo vergüenza ajena. No lo puedo evitar. Quiero tener en mi país empresarios y ejecutivos de los que pueda presumir. Que lleven sus empresas adelante y que la honradez y la transparencia sea su bandera. Lo contrario, repito, me avergüenza. Me coarta.

Y, de verdad, no quiero que me hagan trampas ni que me mientan.

No lo admito.

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