Diario de León
Publicado por
LA LIEBRE. ÁLVARO CABALLERO
León

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La chavala está ahí parada. No creo que tenga más de 16 años, quizá 17. Anda dos o tres pasos, entre la algarabía de la salida del instituto, y se apoya contra la verja, a un lado de la calle, un poco alejada del tránsito de sudaderas anchas con capucha, flequillos con la ola bien alta y vaqueros con el tiro bajo; esas modas de la adolescencia que para crecer empiezan a tirar de las costuras hasta reventar la sisa, como si retaran al cuerpo y al carácter a que sean capaces de hacer lo mismo. La veo desde la puerta del bar, junto a la mesa alta donde he apoyado la caña, mientras paseo la vista ociosa por la ceremonia de la berrea que constituye la salida de clase de un centenar de adolescentes después de 6 horas de instrucción. Tropiezo en ella de nuevo. Lleva la melena volcada sobre la cara, como un visillo, hasta que la descorre con discreción con el índice para secarse las lágrimas. Va a seguir calle abajo, casi a mi altura, cuando se interpone delante un guaje. Ella se intenta zafar, pero él se mueve de manera lateral para que no pase, sin llegar a tocarla. Déjame, se la escucha a media voz atragantada, antes de que la asalte con una frase sacada del fondo de la cueva: «Si te digo que no me gusta que te vistas así es porque no quiero que te miren los demás y piensen que eres una guarra». Ahora, pienso, le cruza la cara y rompo a aplaudir. Pero en cambio, baja la vista, atiende al gesto de la mano abierta que le tiende y, hombro con hombro, se pierden en el cauce de estudiantes camino de casa, mientras aún distingo cómo termina de desarmarla: «Sabes que te quiero».

No tienes ni puta idea de lo que significa querer, pienso. Pero no se lo digo, tan cobarde. A ninguno de los dos, que no sé quién lo necesita más. Me callo y vengo a contarlo aquí, meses después de la escena, ahora que el telediario abre con otra víctima asesinada por una educación que convierte a un género en inferior. No será la última, seguro. Ni mucho menos, mientras haya guajes con las capacidades atrofiadas por una sociedad que entroniza las cualidades del macho alfa como estereotipo de éxito, que legitima comportamientos machistas repetidos como chistes, que todavía defiende que hay un sexo débil al que hay que proteger, que aprende en películas cursis que el amor romántico lo supera todo. Siento no habértelo dicho. Deberías saberlo. No te quiere.

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