El peligro de las dos puertas
El extraño puente festivo que vivimos se entremezcla con una Navidad que se asoma por todos los rincones, con sus habituales sabores y sonidos. Y no podía faltar la letanía con aquello del ‘quién estará aquí el próximo año’ que de nuevo nos han repetido desde Valladolid, erre que erre, con el mismo éxito que cuando se entona en los rincones de las mesas navideñas mientras el resto de los comensales siguen a lo suyo.
Los ecos del enésimo anuncio del adiós son cada vez más escasos porque resulta cansina e inútil esa repetición que cada día que pasa se hace más estéril pero también más peligrosa, porque los cuchillos se afilan y el epicentro de la decisión se desplaza kilómetros por la A-6 hacia la calle Génova.
Salvo que surja un Ramos que cambie las cosas apurando el último minuto la apatía de la búsqueda del empate lleva las cosas hacia un arranque de 2017 que puede ser decisivo. Las elecciones de los representantes para el Congreso del Partido Popular marcan el preludio de la renovación que vendrá desde arriba hacia abajo y que se entrecruza en el tiempo con un momento fundamental, la negociación del futuro reparto de los dineros del Estado. Toca apagar el fuego catalán y a falta de muchos más recursos volverá a retocarse el mapa para avanzar hacia ese sueño nunca disimulado de aspirar a que el 18% del total se quede más allá del Ebro.
Mientras, habrá nueva dirección en Génova —se hace insostenible tripular como secretaria general un partido y tener el mando de los tanques y los ‘eurofighter’— y en esta nuestra comunidad habrá que atender dos puertas a la vez, la del relevo que se genera con la cascada de congresos del PP a nivel autonómico y provincial, y la defensa numantina de la parte de la tarta del dinero del Estado que paga carreteras, hospitales y colegios.
Dice la sabiduría popular que nunca es bueno tener que guardar casa con dos puertas o por mejor decir aquí con dos gateras, por las que se nos pueden escapar las fuerzas sin saber muy bien en cuál poner las manos y los esfuerzos. La política es el arte de saber elegir y lamentablemente suelen priozarse los egoísmos. Dar la espalda a la realidad tiene esto. Rajoy no es un especimen raro con su tendencia a esconderse. La cobardía a la larga tiene consecuencias.