Diario de León
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MARINERO DE RÍO. EMILIO GANCEDO
León

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Un amigo que hacía sus prácticas maestriles en un cole de la ciudad pidió cierto día a sus alumnos —unas guindillas peligrosas, de catorce o quince— que le dijeran una frase con sujeto, verbo y predicado; así, rápido, la primera que se les pasara por la cabeza, pero además conectada con la realidad de su entorno con el fin de analizarla y debatirla en el aula. Y el primero de aquellos aborígenes tatuados de acné lo pensó un instante fugaz (quizá ni eso) y sentenció: «Johnny, la gente está muy loca». Que es el estribillo, por si no lo saben, de una ratonera y estrafalaria canción de discoteca, himno del turismo de borrachera de Barcelona de hace ya unos añines. Mi amigo suspiró, como tantas otras veces, y le preguntó cuál era, a su juicio, el significado que encerraba aquel alto aforismo: «Pues que la peña no está bien», fue su respuesta.

La peña no está bien. No reírse de la salida del rapaz porque, a su modo de pantalones caídos y sin pretender ocupar un sillón en la RAE, quizá diera en el clavo. La gente no está en sus cabales, la gente hace cosas raras; es más, la gente ni siquiera es consciente de que las hace. Y resulta consciente de muy poco en general, a la vista del show que hemos vuelto a presenciar estos días de masas trémulas asaltando los centros comerciales, atascando el tráfico rodado o peleando a gritos la primera fila en una cabalgata desastrada donde, no sabemos por qué, Baltasar avanzaba a los acordes de Ojalá que llueva café en el campo. Personas robotizadas, narcotizadas, que circulan por ahí como gallinas sin cabeza; atacadas, desasosegadas, que no hallan quietud ni contento en nada de lo que hacen; personas estresadas, exprimidas en sus trabajos como limones maduros, y sometidas a presiones tan infames que ni nuestros neolíticos abuelos (sus jefes eran la lluvia, el viento y el pedernal, absolutos pero no mezquinos) llegarían jamás a tolerar. Y uno, que camina fijándose en los escaparates y quedándose muy quieto cuando pasan las ambulancias —uno a lo mejor tampoco está muy bien del todo—, se pregunta a dónde vamos con esta peña a la que han vuelto loca con anuncios de colonias, planes de pensiones y líneas ADSL. Trabaja, consume y ríe hasta estallar en mil pedazos. Johnny, ponme otra porque no entiendo nada.

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