Diario de León
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HOJAS DE CHOPO. ALFONSO GARCÍA
León

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Por el alma del hombre desciende el universo,/su latido infinito retumba blandamente./Es frágil el deseo para cambiar el rumbo,/el corazón no puede encontrar los caminos./Es música o pintura, poesía del tiempo,/el hombre no sostiene tantos árboles altos». Son versos de Ángel Barja en Salmos de la meseta, el libro que apareció, póstumo, el año pasado, aunque sus textos habían conformado una serie publicada en este periódico, con el mismo título, en 1986. En cualquier caso, resultó ser la evidencia de cómo el Barja músico se complementa con el poeta, si es que puede disociarse. La sensibilidad, la reflexión, la capacidad o el intento de ver el mundo desde el interior de la condición humana no tienen fronteras.

El próximo día 12 se cumplen treinta años de su muerte prematura. Un busto, cercano hasta hace poco, hoy en la Plaza de San Isidoro, al de otro músico insigne, Felipe Magdaleno, lo recuerda en bronce de Muñiz Alique en el Jardín del Cid, en pleno Barrio Romántico, cerca del lugar donde vivió. Este rincón, que espera el nacimiento de las hojas de los chopos, pretende ser recordatorio que mantenga viva su memoria.

Gallego de nacimiento —alguien lo ha bautizado ya como «el músico más universal de Galicia»—, fue leonés de profundas convicciones desde su llegada a esta tierra, cuya música popular le interesó desde el primer momento, y a la que dedicó no pocas atenciones, compartidas, en el caso de su recuperación, con Felipe Magdaleno y Miguel Manzano. Con una sólida formación humanista y musical, siempre independiente y discreto, y por ello respetado y querido, dirigió la Capilla Clásica, ejerció como teórico y difusor de la música y fue reconocido como compositor de prestigio internacional. Su música sigue interpretándose en todo el mundo porque en sus raíces late una extraordinaria capacidad para humanizar un mundo deshumanizado. Es parte de la historia.

Gran conocedor de los recursos de la voz, es amplio su repertorio coral, no menos el instrumental, para piano especialmente. Conocedor igualmente de las corrientes musicales históricas, su posición personal, aunque siempre creador de difícil clasificación, está en la vanguardia, sin olvidar cierto eclecticismo, si entendemos por tal una visión enriquecedora.

Hace treinta años que perdimos a un músico y compositor completo. Sobre todo a un hombre de una excepcional calidad humana. Nos queda, en ambos casos, la feliz transparencia de su recuerdo. Y su música. Que suene.

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