Sin congresos

Estamos empantanados y no precisamente porque tras 28 años se hayan decidido a dar utilidad al pantano de Villameca. Este no es más que otro ejemplo de los numerosísimos despilfarros que existen en nuestra ciudad y provincia. Nos pasamos la vida quejándonos de cosas que se necesitan, pero con demasiada frecuencia echamos las campanas al vuelo porque se va a realizar una obra fabulosa, que nos pondrá en el mapa de Europa, en el de la cultura o en cualquier otro. En el supuesto caso de que la faraónica obra se concluya, estar en el mapa no habrá servido para nada, como lo demuestran el aeropuerto y los pantanos.

Por eso me sorprendió que Mario Amilivia, en el Filandón de La 8 que se publicó aquí el 2 de febrero, reconociera que el Palacio de Congresos «fue ideado en una época económica de expansión. Cuando llegó la crisis a lo mejor tendría que haber parado para atender otras necesidades» y como fue adjudicado en su época de alcalde añadiera que «Fue una decisión muy ambiciosa. Ahora debe ser rentabilizado para que no se convierta en un lastre para la ciudad. A León le da categoría, capitalidad, tiene el mejor de la Comunidad y uno de los mejores del país». Eso sería si se terminara, que no va a ser el caso, porque faltan más de diez millones de euros para acabar.

Volviendo a lo de antes. El Palacio no se necesitaba, lo he escrito muchas veces. El dinero empleado en él ahora es como si se hubiera tirado y además hay que gastar también entre 2,5 y 4 millones en la plaza para que pueda utilizarse el Recinto Ferial que es lo único que está hecho. El proyecto era de 76,2 millones y con todo lo que se ha gastado, al final no va a haber Palacio de Congresos. Ese que sería «el mejor de la Comunidad». Mientras, sigue deteriorándose la vieja Azucarera Santa Elvira; habrá que pagar a Perrault 200.000 euros por la definición de los planos; también Dragados y FCC se llevarán 1,2 millones por el abandono del contrato... Y sólo tendremos Recinto Ferial, cuando nunca oí decir que se necesitara un lugar para exposiciones.

En fin, que como nadamos en la abundancia no debemos preocuparnos por esas minucias. Pero lo más gracioso es que al final no tendremos Palacio de Congresos, como yo pedía, pero habremos gastado una fortuna. Y las reclamaciones, al maestro armero...