Diario de León

TRIBUNA

Desaparición de las cajas de ahorros: las justificaciones

Publicado por
Luis-Ángel Alonso Saravia Exempleado de Caja España
León

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¿ La desaparición de las cajas de ahorros fue una consecuencia de la crisis financiera, una respuesta a la misma, ambas cosas al mismo tiempo o más bien ninguna de ellas?

Con los datos e informaciones que se dieron a conocer cuando estalló la crisis financiera en el verano de 2007 podrían confirmarse las tres posibilidades primeras de la pregunta, por lo que habría que aceptar el que las cajas de ahorros desaparecieron, bien a consecuencia de la crisis, bien como respuesta a la misma, o por ambas circunstancias al mismo tiempo. En cambio, aquellos datos e informaciones del momento, junto a los aparecidos posteriormente, a testimonios de quienes intervinieron en la solución dada y la distancia que el tiempo ha puesto de por medio, conducen a pensar que, aunque pudieron influir en el desenlace final, sin embargo ninguna de ellas fue determinante en la desaparición de las cajas de ahorros.

Si hubiera sido a consecuencia de la crisis, otras muchas entidades crediticias habrían desaparecido al presentar balances y cuentas de resultados bastante peores que los de las cajas, y sin embargo consiguieron mantenerse operativas. Si hubiera sido la respuesta a la crisis, ésta se habría resuelto rápidamente, pero ocurrió que la crisis perduró años después. Y descartado queda el que hubieran desaparecido las cajas de ahorros porque ambos hechos hubieran ocurrido al mismo tiempo. Así pues, había que buscar justificaciones para encubrir las verdaderas causas, sus causantes y los culpables.

Las justificaciones tienen tres nombres propios: dimensión, capitalización y digitalización.

La primera de las justificaciones estuvo en que las entidades crediticias tenían que ganar dimensión para ser más eficientes. Se nos hizo creer que mayor dimensión comportaba más competitividad en las cajas de ahorros y que el tamaño era la variable fundamental para poder acceder a los mercados de liquidez y de capitales. Sin embargo, la dimensión de una entidad financiera no ha de ser necesariamente un fin en sí mismo, sino más bien un medio para llevar a cabo la estrategia elegida en función del mercado en el que se ha decidido actuar.

Una de las razones aducidas por los defensores de las diversas estrategias y procesos dimensionales desarrollados a finales del siglo pasado y principios del actual era el hecho de que el sector ahorro estaba muy atomizado y que gran parte de las cajas de ahorros presentaban unos volúmenes de negocio muy reducidos. Se relacionó dimensión con eficiencia cuando, en realidad, no era así. Pueden ponerse como ejemplo las cajas de ahorros de Onteniente y Pollensa, las más pequeñas del sector, que sobrevivieron y hoy día continúan operativas sin haber realizado ningún movimiento de fusión ni de transformación en bancos. Lo mismo puede decirse sobre la resistencia de las cajas rurales y cooperativas de crédito por mantener su statu quo, entidades casi todas ellas de tamaño muchísimo menor que el de la mayoría de las extintas cajas de ahorros.

La segunda de las justificaciones estuvo en que las entidades crediticias tenían que disponer de una mayor capitalización para ser más solventes. Se nos hizo creer que las cajas de ahorros españolas necesitaban incrementar su solvencia por lo que debían capitalizarse aún más, lo que propició los procesos de integración realizados en el año 2010, y los de bancarización efectuados entre los años 2011-2015.

El elevado consumo de recursos propios derivado de una estrategia de alto crecimiento orgánico, de la creación de empresas participadas propias junto a la toma de otras participaciones empresariales, y de su apuesta por los negocios vinculados al sector de la construcción residencial y del mercado inmobiliario e hipotecario, condujo a que las cajas tuvieran que capitalizarse para mantener en niveles altos el coeficiente de solvencia. No obstante, la capitalización no requería la bancarización de las cajas de ahorros, pues éstas, en líneas generales, se caracterizaron por una gestión adecuada de sus recursos propios, por tener los ratios de solvencia muy superiores a los mínimos exigidos, a pesar del progresivo descenso experimentado a partir de 1999, y por mantenerlos, muchos años, incluso por encima de los presentados por los bancos.

Y la tercera de las justificaciones, la más reciente, es la de quienes ven en la digitalización la supervivencia de las entidades crediticias. Se nos quiere hacer creer que los bancos solo sobrevivirán si digitalizan sus procesos y las relaciones con los clientes. Pero, aun siendo verdad que la banca no puede quedarse al margen de la digitalización por las múltiples ventajas que aporta, también es verdad que ella por sí misma no será condición indispensable para la supervivencia de sector bancario al necesitar elementos tan importantes como son la seguridad de las operaciones, la transparencia y la relación personal con los clientes.

La transformación digital de la banca, además de servir para justificar cierres de sucursales y reducciones de plantillas e incluso nuevas fusiones, está obligando a revisar todos sus procesos, lo que supondrá un gran cambio en las relaciones tradicionales con los clientes. No obstante, la oficina seguirá siendo el centro de esas relaciones, por lo que, lejos de estar en riesgo de desaparecer, seguirán siendo vitales en el nuevo entorno financiero, al facilitar cercanía, proximidad y trato directo, base y fortaleza de la atención personalizada y medio con el que fidelizarlos. La digitalización, por lo tanto, conseguirá reducir costes pero, por sí misma, no sustituirá a las sucursales ni mejorará el servicio al cliente.

Donde no hay razones hay justificaciones.

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