La Placa se pudre
L a basura se come los edificios de La Placa en Ponferrada. El hedor y la ruina son los dueños del complejo ferroviario. Y la hierba crece en la antigua playa de vías donde en otro tiempo trabajaron más de seiscientos obreros.
Llegaban trenes de carbón. Locomotoras de vapor tiraban de los vagones. Una placa giratoria que daría nombre al barrio de la ciudad que creció a su alrededor ayudaba a introducir las máquinas en los hangares para que los mecánicos las repararan. Y en los enormes muelles de carga, cada empresa tenía su espacio y centenares de paleadores movían el mineral en una estructura construida con toneladas de hormigón, raíles y rotondas interiores donde circulaban los vagones, como en un búnquer.
Pero todo eso pasó. Hoy la rotonda ferroviaria del barrio de La Placa es un basurero. La nave semicircular con una docena de hangares está perdiendo el tejado, la maleza trepa en su interior desde los fosos, los grafiteros se pisan unos a otros en las paredes. Alguno de los edificios del complejo, saqueados los hierros de las ventanas, ha sufrido incluso un incendio y el hollín tizna de negro los huecos sin cristales.
No, La Placa no es un basurero. Es un cementerio.
Se han llevado los raíles para venderlos. Han desmantelado buena parte del mecanismo giratorio y apenas quedan travesaños de madera en la playa de vías; una inmensa explanada convertida en una pradera que muere a los pies del entramado de túneles que a ratos recuerda a la célebre Línea Maginot francesa y donde se oxidan las poleas que elevaban el carbón.
La Placa está muerta. Es un esqueleto devorado por la miseria. Y lo es porque Renfe primero y el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias en los últimos años la han dejado morir poco a poco. A su dueño, el Estado, nunca le ha parecido rentable invertir en su mantenimiento y hoy se deshilacha al sol como una camiseta vieja.
Y cuando toma cuerpo una idea que la sacaría del ostracismo —instalar una vía auxiliar desde el Museo del Ferrocarril para que una dresina realice el recorrido cargada de turistas— un incendio ¿fortuito? quema la vagoneta. Y a La Placa la mata otra vez la indiferencia.