Diario de León

cuerpo a tierra

El poder de la tele

Publicado por
antonio manilla
León

Creado:

Actualizado:

Para ser un personaje público, en nuestros días, desgraciadamente no hace falta tanto ser un personaje como ser público, común, popular, es decir, haber salido en la televisión. Fíjense en esos saludadores puestos de puntillas detrás del corresponsal cubriendo la noticia en plena calle: saben que esos instantes de segundo plano valen más que una primera plana —no vea, por favor, cuestiones de género mi más aviesa lectora— en un periódico cualquiera. Incluso protagonizar cualquier vídeo chorra en YouTube otorga hoy más notoriedad que culminar una investigación sobre células cancerígenas o detener las fugas de acuíferos provocadas por la construcción del túnel de Pajares, algo que quizá ocurra un día.

La rueda, como el mundo, no para de girar y al momentazo Yoyas le sucede el momentazo Caranchoa y ya hay madres que escriben cartas al director preguntándose cómo convencen a sus hijos de que estudiar merece la pena y profesores cotejando con qué método de lectoescritura les explicarán a esos mismos niños que un hombre ilustrado no es el que tiene el cuerpo tatuado como Sergio Ramos.

El influjo de la imagen es actualmente tan determinante que, por cada infante que aspira a ser Antonio López, hay una legión que sueña con emular a Belén Esteban o a MasterXef.

Y menos mal que la mayoría distingue como seres de ficción a Trancas y Barrancas, los muñecos del Hormiguero, aunque todavía se les resistan como poetas de ficción los que pululan por Twitter y otras redes.

Como fuente de modelos, el poder de las pantallas es, hoy por hoy, incuestionable. La gente tiende a considerar que todo lo que sale en ellas —o tiene muchos gustosos votos sociales— ha triunfado de un modo u otro.

Y, en parte, es así porque las cadenas no suelen recrearse apenas en mostrar el lado oscuro de la luna, el perfil del perdedor, de lo que se infiere automáticamente que cuanto exhiben es oro molido, poniendo en plano de igualdad a cualquier Matamoros con Santiago Apóstol.

Reclamar un poquito de criterio, a estas alturas, es clamar en el desierto: lo único que importan son los índices de audiencia, los contenidos los definen los anunciantes, y, aunque al final de esa ecuación aparecemos nosotros, los consumidores, se ve que estamos complacidos asistiendo como espectadores al encumbramiento de cualquier cosa, siempre que nos distraiga un rato.

tracking