Diario de León

FRANCAMENTE

Negrísima y almendros

Publicado por
JUAN CARLOS FRANCO
León

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Deberíamos estar celebrando la alegría de los almendros por estos campos de Dios. No habría de existir hoy más brillante amanecer que la gracia de sus pétalos. Pero al fondo de estos valles se escuchan ladridos de muerte...». He recuperado la lectura de Suárez Roca después de que el anuncio de la próxima conversión de la cuenca de Fabero en un manto de flores blancas haya hecho que recuerde sus casi proféticas advertencias que recopiló en ‘Negrísima y almendros’.

Negrísima, su ciudad, no ha blanqueado con el paso de los años. Más bien al contrario. El lado oscuro que había tiznado de desesperación su cuerpo, e incluso su alma, hace tiempo que ha capturado también su futuro. Negrísima ha rebasado las fronteras locales y ha conquistado con su manto de contrariedad y frustración todo el territorio comarcal.

Los perros, esos canes a los que se refería Roca, no han dejado de obedecer a su amo hasta llegar a provocar nuestra defunción. Sus ladridos de muerte han llegado a retumbar tan fuerte que hasta en la capital del reino, nuestros ‘inter pares’ emigrantes, han decidido apiadarse de nosotros. ‘Can non morde can’. De ellos seguimos sin esperar nada. Nada, al margen de sus ladridos mortales, que, ahora ya, sólo pueden provocar desolación y desesperanza a partes iguales. El mal ya se hizo. El manto de carbonilla y ceniza, que salió de sus fauces, ahora ya cubre todo nuestro territorio impidiendo que nazcan esos brotes verdes que se vislumbran por otros lugares.

Está por ver si dejará florecer al almendro. Su flor blanca —que nadie quiera ver aquí la más mínima referencia a la tantas veces mencionada flor de Zidane, aunque al final, y metidos en temas futboleros, igual que a Suárez Roca, vamos a tener que darle la razón a Piqué por sus dotes adivinatorias, «todo se resume en vestirse de blanco», advirtió— será el último vagón en el que intentarán partir, desde la estación de la desilusión, los que hace no tanto tiempo fueron locomotora a carbón de nuestra comarca. De lo que hayan aprendido esas gentes en estos tiempos de zozobra dependerá buena parte de la suerte de la empresa.

«Deberíamos estar celebrando la alegría de los almendros»... pero esos ladridos de muerte suenan todavía demasiado fuerte».

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