Diario de León

HOJAS DE CHOPO

Gaspar Moisés Gómez

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Todos los días son días de difuntos, ya que, muerte a muerte, nos vamos ganando esto poco que somos en vida». Lo escribió Gaspar Moisés Gómez en el libro colectivo León, una mirada literaria. Hoy, 3 de noviembre, lo acabo de entender, como un chispazo esclarecedor en este aire contaminado de palabras inútiles. Un escueto mensaje de A. Merayo a las 10, cuando la lluvia necesaria se obstina en desaparecer: «Se nos ha muerto Gaspar Moisés Gómez. Tremendo dolor».

Es la sensación que invade ahora los recuerdos de aquella historia literaria que se plasmó en la revista Alcance, independiente y abierta, a finales de los setenta. Más que literaria, que también, la historia de una estrecha amistad consolidada y múltiple que llegó al ámbito de la familia y compartió mesa, inquietudes, alegrías, dolores y espacios, aquel especial, casi mítico, de Santa Marina del Rey. Responsable de la publicación, Gaspar. Y acompañándolo, el fallecido Ángel García Aller, Antonio Merayo y quien esto escribe. No estaría completa la onomástica sin la alusión a la presencia previa de Silvino Díez y al amparo económico y moral de Roberto del Campo, maragato entrañable en Barcelona.

Abogado abulense que nunca abandonó la memoria y la pasión de su Serranillos natal, pronto se afincó en León —notable presencia en su obra—, donde ejerció como profesional. Y como poeta, aunque de lejos venían las raíces. Inclasificable en buena medida, personalísimo, metafórico y visionario, Gaspar Moisés Gómez, alejado de flashes, alharacas y reconocimientos, ha dejado un legado poético

—posiblemente anden por el medio centenar los inéditos— muy sólido, referencia inexcusable en nuestras letras. La fortaleza y seducción de su palabra, breve pero intensa, emotiva y vivencial, recorrió con facilidad los caminos de lo religioso, de lo místico y erótico como contraposición o complementariedad, siempre reflexivo, con la familia como norte y la muerte como acecho permanente. La palabra, en fin, que ahonda en las galerías secretas de la condición humana.

Se definió como «poeta pesimista». Seguramente lo fue. Pero su dimensión humana está vinculada a la transparencia, la apertura y la entrañable generosidad. Lo recuerdo en este preciso momento acompañado por su guitarra, exultante, desenfadadamente agudo, lleno de humor inteligente dibujado en su sonrisa. Uno tuvo la suerte de compartir la mirada del escritor y del hombre. Siento por ello una gratitud infinita.

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