Diario de León
León

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A ver qué inventamos para definir a esta estación que se hace fuerte entre el verano, seco y soleado, y el invierno, también soleado y más seco, a golpe de estaca de las heladas que agotan cualquier atisbo de vida vegetal, tan jovial y adecuada en los viejos sanmigueles. Desde que los técnicos de la Nasa descubrieron el giro de los vientos en la estratosfera, se gesta una hecatombe económica que ahora agiliza la pantalla anticiclónica que evita la dulce sensación de la lluvia, que es riqueza. El agosto de noviembre va, al fin, a acabar con ese carácter renegado que pinta al leonés contrariado por las precipitaciones, entre el lamento secular de que si fuera bueno aquí no caía. En la necesidad aceptaría un poco, al menos, para calmar la sed que arruga ya desde hace veinte meses el paisaje y emborrona de gris pardo a base de cargar tintes con la brocha gorda de las pelonas. Sólo por la helada se tiene la certidumbre de que el calendario camina al adviento. No se ve solución a corto plazo. Ni la que planteaba un periódico murciano, que hace unos meses editorializó sobre las soluciones para el problema de la sequía, que no acabaría hasta que hubiera un presidente del Gobierno de aquella región. No es por chafar las ilusiones del puntal mediterráneo, pero en eso León podría ofrecer gratis una lección de desengaño. Mientras llueve, y tal, o nieva antes, como aventuran los sabios que saben leer los mensajes de las aves al atardecer y el baile timorato del viento de mediodía al que ya ni acompañan a la pandereta las hojas de las choperas, ruines y livianas, sería bueno buscarle un sustantivo a este circunstancial de tiempo; porque alimenta un desastre en las cuentas corrientes y en las perspectivas de miles de leoneses que tienen un negocio a la intemperie. Los antiguos de aquí saldaron las cuentas con las sequías persistentes a base de procesiones y ofrendas religiosas que forman parte del caudal cultural de esta tierra; de castigos así fluyó el escenario del Voto, en el santuario de La Virgen del Camino, o la esencia de las Cabezadas. Ese tipo de desahogos se antojan complicados a estas alturas, con los móviles a rebosar de app cargadas de isobaras, presiones altas y predicciones nada halagüeñas. Sólo falta ponerle un nombre a esta plaga. A este noviembre con trazas de primavera en la Luna.

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