EDITORIAL | La Cabrera, olvidada y discriminada cuatro meses después del incendio

«El fuego ha servido para poner en evidencia la nefasta gestión medioambiental», «todo fueron buenas palabras pero en la práctica, cero», «nos sentimos en el más absoluto olvido». Esas frases que comparten y reiteran pedáneos y vecinos de los pueblos resumen el sentimiento de La Cabrera casi cuatro meses después de que el mayor incendio del año en todo el país arrasase cien mil hectáreas de suelo de alto valor ambiental y económico para la comarca. Desolación, angustia, frustración, incertidumbre, abandono, impotencia y desesperación son también sentimientos compartidos por quienes contrastan su situación con la del causante del desastre: «El pirómano sigue libre».

Y es que la estricta prohibición de los aprovechamientos —pastos, caza y explotación de la madera—, que con frecuencia están en la causa y el origen de los incendios, son en este caso medidas que agravan la situación y que asfixian la viabilidad económica de particulares y pedanías. Unos y otras critican además que la asignación económica para la reparación de daños —un millón de euros— sólo haya servido para hacer albarradas que eviten la filtración de cenizas a los cauces de agua y que eso se haya hecho sin mano de obra local.

Pero lo peor es el evidente agravio comparativo con Galicia: «Allí a los quince días del fuego ya se veían soluciones... aquí esperan a que nos olvidemos». En ese olvido, o en la falta de diligencia o voluntad política, se pierde el informe técnico de los daños que habrá de ser remitido al Gobierno para conseguir la declaración de «zona gravemente afectada por una emergencia», que ya se concedió no sólo a Galicia, sino también a Asturias, y que abriría las puertas a las ayudas de hasta cuatro ministerios

y sacaría por una vez a La Cabrera del olvido secular y de la permanente condena territorial.