Diario de León
Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Anda por ahí suelto —¿verso libre, sin rima ni medida?— un tal Linde, que cada vez que habla sube el pan. A los jubilados en este caso, con eso de la vivienda en propiedad y no sé qué complicadas inversiones. Con un sueldazo público que sube muy por encima del IPC —ahora entiendo, señor Montoro: la subida de las pensiones conforme a tal Índice es visión anticuada—, se supone que lo de ahorrar le resulta muy fácil. No tanto, al parecer, el respeto a la dignidad ajena y la consideración a los ciudadanos, desconsideración que habría de enviarle a casa, claro, sin una oscura pensión como la del señor A. Cañete, con la que enriquece un sueldo sustantivo —20 000 euritos mensuales de nada— de eurodiputado. La casuística se podría alargar hasta el infinito. De qué habla el señor Linde, que parece pensar que los pensionistas son tontos e indocumentados, precisamente en un país de política plana, vacía, parece que solo arrimada al poder y la pela. Cuídense los jubilados de quienes quieren capitalizar sus aspiraciones. En esta situación solo un colectivo de estas características puede liderar un proceso de profunda regeneración, tan necesario. Sin echar un pulso a nadie, para evitar derivas que se están viviendo en Europa.

Uno no sabe hasta dónde llegan algunas afirmaciones. Si, como chiste, dan risa, o, como convencimiento, pena. En las respuestas clonadas que el Ejecutivo remite a su descendencia jerárquica y arrimados al poder fáctico, la idea del ahorro se repite como un estribillo empalagoso. Ahorrar. Ahorrar. Hasta ahora, que se sepa, las gallinas no dan leche. Porque, señor Presidente, con el debido respeto: ¿Ahorrar, qué? ¿Ahorrar, de dónde? Parece mentira, salvo las excepciones conocidas, que no sepa que las pensiones y los salarios comunes de los españoles no dan para tal menester. Además, los también recomendados fondos privados de pensiones son solo accesibles a partir de una determinada renta, y su rentabilidad no parece atractiva. Ya no le digo nada en el caso de las pensiones, que, no se olvide, son un derecho. Pero conocemos la capacidad para modificar sus patrones de conducta en función de las circunstancias.

Ya sé, claro, que el dinero no se estira. El asunto reside en el concepto de prioridades. En la supresión de gastos innecesarios, cuando no superfluos. En uno y otro caso, los recortes irían en otra dirección distinta a la que se aplica. Lo cuentan en la calle. No se alejen unos y otros tanto de ella.

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