Diario de León

león en verso

O magosto para agosto

León

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Es mejor un madurar paulatino, gradual, mientras estás a otra cosa, y darte cuenta sólo cuando el peluquero echa más tiempo en los rebordes y la pelusilla de las orejas que en la altiplanicie del cartón. Es mejor madurar con pausa que de sopetón, de repente, una madrugada, cuando llaman a tu casa para informar de que tu hermano no va a volver de una cuneta, arrollado por un conductor que iba ciego de cubatas. Maduras de desengaño y se te quitan, de golpe, las ganas de volver a enviar mensajes al grupo de sople aquí. Maduras como maduraron chavales a los catorce años de los fuleros ochenta y la sociedad del desconocimiento; los que despertaron del sueño de lograr regates como Maradona con un amigo del alma al otro lado de la tapia, arrastrado por los demonios de la mierda que corre vena arriba, o esa metralla sofisticada, que taladra la sien después de alojarse en el cuerpo por la madriguera de la nariz. Maduraron contra la vida que venía de frente, amparada tras aquella apariencia del glamour que daban los cimarrón ajustados al paquete y la cajetilla de winston americano en la cartuchera del bolsillo trasero; las basket de john smith y el renol Fuego a la puerta de los chigres; y la coreana, para batir al frío que deja en las entrañas el síndrome de abstinencia; así se mascó una tragedia social que ahora tratan de dulcificar a base de mitificar las andanzas de fulanos que empujaron a toda una generación por el precipicio. De tanta empatía con la causa, ya hay quien defiende el parecido físico de Juan Pablo Escobar con Wagner Moura, el actor que encarna a su padre en la serie Narcos, popular por popularizar el término hijueputa a la puerta de los colegios. En esta escalada, no tiene que extrañar que en la próxima encuesta de posición un treinta por ciento de los niños se pidan ser miñancos de mayores, en vez de Ronaldo, ejemplo este de vida fructífera y espejo de grandísimos valores. Nos queda un rato que aprender de los yankis, que desde el caso del Estado contra Capone siempre relegaron a los facinerosos. En aquella guerra de la droga había un leonés. El día que cayó, familiares y amigos se encargaron de retirar de quioscos y bares ejemplares del Diario de León que contaba el final; una historia de cine, toccata y fuga del capo.

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