Diario de León

HOJAS DE CHOPO

El Vampirín del Egido

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Estamos hablando de más de medio siglo, en los albores de barrio tan castizo que acumula una importante carga histórica en la conformación de la ciudad desde diversas ópticas. Por no faltarle no le faltó, según me cuentan, su propio vampiro. Un vampirín, vamos. Uno, que es más ingenuo de lo que él mismo se imagina, rápidamente dibujó en la imaginación, donde tantas cosas se representan y dibujan, el clásico vampiro: esa criatura repelente y amenazadora, que, según el folclore de no pocos países, se alimenta de la esencia vital de otros seres vivos, habitualmente entre nosotros de sangre, para así mantenerse activo. Uno se alegra, eso sí, de no haber andado en aquellos tiempos por estos pagos, ocupado como estaba por otras geografías y afectos. Por si acaso. Por si acaso había que evitar sobresaltos de quien pudiera desear fervorosamente hincarte el diente finamente alargado y dispuesto. En plural, mejor. Hay asuntos que difícilmente se borran de la memoria y se manifiestan espontáneamente tal como en ella aparecen.

Y así se lo manifesté, un poco aturdido, a mis dos interlocutores, contadores de esta historia, que se rieron estrepitosamente mientras se miraban, intuyo que un tanto incrédulos.

—Le llamábamos —dijo uno de ellos— ‘el Vampirín del Egido’. Así era conocido por todos. El sustantivo no tiene dudas, porque es verdad que se alimentaba de nuestra sangre, suponemos ahora que montando un negocio con ella. Lo de diminutivo tiene que ver con su tamaño: pequeño y esmirriado, envuelto en una bata blanca. Personaje y ambiente un tanto siniestros. Pero no nos iba mal. Nunca, además, lo veíamos por la calle, circunstancia que evitaba cualquier sospecha o temor.

Empezaba a desvelarse el secreto.

Eran todavía tiempos oscuros, de necesidades y carencias, se supone que de vicios en más de un caso. La venta de un poco de sangre daba para arreglillos, sobre todo, caso de mis dos informantes, entre estudiantes que no podían estirar más las pelas o las necesitaban para asuntos no previstos. O añadidos. La solución la tenía el Vampirín del Egido: «Tanta sangre, tantas pelas. Y hasta la próxima». Se supone que la clientela tendría información básica sobre los riesgos. Personaje de referencia habitual en algunos círculos, la historia de este vampiro local no está escrita. Este es solo un apunte apenas esbozado. Una curiosidad. A ver si alguien añade datos a la historia, esa pequeña historia que teje la vida de los ciudadanos.

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