Diario de León

MARINERO DE RÍO

Y que no nos falte

Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Hace un par de semanas un amigo recibió en casa a un chavalote alemán, ritual réplica a la estancia que su hijo había disfrutado anteriormente en otro hogar normal y corriente de aquel país. El asunto no pasó de ser un sencillo intercambio escolar de siete días pero mi paisano y los suyos se tomaron la cita verdaderamente en serio. Casi como si en vez de un rubiales de catorce años llamado Malte les hubiera llegado con una maleta en cada mano —tiembla uno al imaginarla limpiándose los pies en el felpudo de entrada—, la mismísima Angela Merkel.

Lo dicho, que esta gente sintió que la proverbial hospitalidad ibérica podía quedar en entredicho a niveles de la Unión Europea, y por eso se pusieron manos a la obra: acudió toda la familia, y aun parte del barrio, a recibirlos a la estación —faltaron, lástima, las banderitas—, para después conducir a los atónitos germanos a unas mesas de tijera abarrotadas de chorizo, salchichón, lomo y humeante tortilla de patatas. Después se preocuparon por diseñar todo un programa de actividades que haría palidecer a cualquier empresa de turismo activo y que incluía noches de Húmedo y tardes de patrimonio, y que culminó con una visita a las cuevas de Valporquero, maravilla del Pleistoceno, y cuando el coche transitaba las Hoces del Torío, a la vista de esos épicos murallones de caliza, uno de los guajes de la expedición, Marc, fue asaltado por un repentino arranque de pasión por su país de acogida y empezó a vocear, en perfecto castellano, «¡viva España, viva España!».

Al suyo lo despidieron entre lágrimas, igual que si en vez del huésped de una semana hubiera sido la abuela la que marchaba a Alemania, y se llevó de recuerdo algún besín dado o soñado en una calleja del casco viejo, y prometió convencer a su familia para que este mismo julio se vinieran de vacaciones... a León.

Este es, también, la gente y el país que tenemos. Un paisanaje que, con todos sus defectos y rarezas, se vuelca cuando hay que volcarse, los primeros en el inexistente Informe Pisa de proteger, rodear y agasajar. El país del que hablaba James Rhodes en una carta en El País que todos deberíamos leer. Mientras sigamos así, con la mirada puesta en el otro, podemos dormir tranquilos. Y que no falte.

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