Diario de León

fuego amigo

El castillo de la pasión

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ernesto escapa
León

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Para apreciar la belleza del valle de Luna, anegado hace más de sesenta años, nos situábamos los comarcanos sobre la presa del embalse, cerrada ahora por unas vallas cuya herrumbre produce pánico. El picacho más próximo guarda en su testero vestigios del castillo en que penó sus amores el conde de Saldaña. También fue bastión del condado de Luna, cuyos vástagos afianzaron su fortuna apostando por Carlos V en la contienda comunera. El quinto de la casa desposó a la hija de Cortés, con lo cual se benefició del oro americano. Más tarde, emparentaron con los condes de Benavente, pasando a secundarios de aquella casa. El muro del embalse se traba entre peñascos con la apertura del aliviadero, que brota torrencial.

En este castillo roquero encerró el rey Casto al noble enamorado de su hermana Jimena, mientras recluía a la infanta en un convento. Pero de aquellas pasiones cercenadas pronto nació quien había de convertirse en Bernardo del Carpio. Criado junto al rey, como hijo suyo, cuando venció en Roncesvalles a las huestes de Carlomagno, obtuvo la libertad de su padre, que rescató ciego de este presidio. Un gran tema del romancero, que convierte a Bernardo en vencedor de Roldán, y revive en la poesía de Gil de Biedma, al evocar el largo encierro franquista en el penal de Burgos del poeta ciego José Luis Gallego.

Pero el cierre con una valla herrumbrosa del muro, que impide el deleite tradicional del paseo para ver el pueblo desde arriba y, volviendo la cara, apreciar la secuencia caliza adornada de sabinas que abraza al embalse, despierta con el chasco una inquietud corrosiva por el temido reventón. Porque todos los luniegos albergamos en la memoria esa pesadilla. La presa se construyó a mediados de los cincuenta, con diseño ingenieril de Llanos Silvela, siendo saqueada con ansia en sus materiales por los perillanes del estraperlo. La gente de la zona todavía cuenta cómo marchaban sin descargar camiones de cemento. Ahora la confederación del Duero bloquea el paso del muro para unas obras pendientes de inicio.

Como el pasado agosto se cumplieron 45 años del derrumbe estremecedor del viaducto de Oblanca, que sólo alcanzó a prever la compañía de autobuses de Martiniano Fernández, aplicando la cautela de apear a los viajeros a la entrada del puente para que lo pasaran a pie, ahora los visitantes chafados del muro, cuando comprueban que se da más prisa la herrumbre de la valla que los operarios de una obra inexistente, empiezan a echarse las manos a la cabeza. Los Barrios de Luna están emplazados a ambas orillas del río con el muro como telón de fondo. Una placa recuerda en la plaza su tradición geológica, que atrajo durante décadas investigadores europeos. No quieren ni esperan otros memoriales.

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