Diario de León

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El cuarto de siglo de Biomédica

León

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Si no fuera por la gran trola de fuego, estos días se darían los últimos retoques a los preparativos para conmemorar el gran acontecimiento del rescate de León de la pobreza, a lo grande, nada de miserias, que por la caridad llegó la peste; mala suerte que bola no pasó del registro de la propiedad industrial, y el bienvenido míster marsall se quedó en guión de temario para el recopilatorio de las cien mejores estafas de nuestra era. Aquella patraña de Biomédica sólo podía prender en León, donde se dan como dios los árboles frondosos. En los despachos oficiales no se hablaba de otra cosa hace un cuatro de siglo. Sobra recurrir a las hemerotecas para recordar el sonrojante momento de la pala, la curia eclesial, los trajes con olor a naftalina, la tensión de la arrogancia que preside la puesta en escena de los grandes hombres de negocios; el americano, de Ohio, con nombre de lateral izquierdo en la selección flamenca de fútbol y mejor olfato para engatusar a políticos leoneses que un pointer en el rastro de la pluma; el amigo del americano, contundente sobre la fidelidad del emporio con esta tierra, a pesar de oferta tentadora de otros lugares de pujanza industrial; el encargado de cuello blanco, que declaró León zona extinta de ganas de comer a medida que acumulaba en el despacho expedientes sobre el proyecto del holding, sustentado por una capacidad de inventiva incomparable para alumbrar negocios acomodados a la precariedad del entorno: Absorbent y Motors, dos factorías con definición recurrente; de regalo, otra farmacéutica, Houba, que a estas alturas de siglo ya habría cambiado a led los luceros de neón que se le suponían para estreno tan radiante. Casi tres mil millones de pesetas para emplear a trescientas personas. Por acariciar un gato igual, cayó a plomo un presidente del Principado de Asturias, en un episodio mediático que se dio en llamar Petromocho, y que iba a colocar un surtidor de petróleo refinado ahí mismo, nada más bajar el puerto. Aquí, la única pena es que el arbolín no llegó al fruto, con el buen año que ha resultado este del veinticinco cumpleaños para la bellota. Biomédica fue afección vírica; a la hora de enterrar la primera piedra, llegó otro proyecto de fábula: IImaging; con ese nombre que tan al pelo le viene a León.

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