Diario de León
Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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En una entrevista publicada en este periódico el pasado 9 de diciembre, el académico de la RAE José María Merino lo declaraba categórico: «La autonomía de Castilla y León ha sido un fiasco». Nada que objetar. Ni siquiera es necesario revisar índices, valorar datos o comparar proporciones. Basta llevar viviendo unas décadas en su seno para comprobar cómo en un territorio que casi abarca la mitad de España se ha intentado el desatino de erigir una especie de comunidad uniprovincial... a costa de extensas provincias y de variadas realidades. No es lo mismo un León cuajado de pequeños pueblos, intrincada malla de poblamiento, que otras geografías más anchas y despejadas. No se ha querido, sabido o podido otorgar fórmulas propias a cada espacio. Nada que objetar... porque llevamos largo tiempo objetando. Y la conclusión del debate nos es conocida: el resultado del experimento ha sido despoblación, irrelevancia política, ineficacia administrativa, invisibilidad para la cultura e historia leonesa, y ausencia de identidad común a pesar de los muchos millones invertidos en la tarea.

Y aun con todo, a pesar de que en este caso haya supuesto un fracaso palpable, no creo que el sistema autonómico sea en su conjunto un error. Ha habido excesos, ha habido desaciertos sin duda subsanables, pero por regla general ha encauzado hacia el autogobierno sentires arraigados y aspectos socioculturales bien precisos. Y eso conviene destacarlo cuando el programa electoral de cierto partido político de tres letras, ya en su sexto punto, contempla directamente «transformar el Estado autonómico en un Estado de Derecho unitario».

No, el fiasco autonómico global ha sido otro, el fiasco ha venido desde otro lado. Y ha sido no haber dotado de relato atractivo al marco superior, a España. La identidad, es sabido, se forja en contraposición o diferencia con respecto a otro, y por eso se debería haber construido un nosotros multicultural e integrador en vez de la nada, o de ese difuso constitucionalismo tan poco épico... y que deja vía libre, por ejemplo, a posiciones opuestas a la existencia del Estado. Fomentar el amor por el resto de lenguas, hacer que lo español pueda ser muchas cosas —como de hecho es—, nos habría ahorrado mil y un dolores de cabeza.

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