Diario de León
Ponferrada

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Los perros comenzaron a ladrar de madrugada. Despertaron a sus dueños, que encendieron todas las luces de la casa. Y desde la ventana descubrieron a dos figuras en la huerta, con una escalera plegable apoyada en la pared del cobertizo donde guardan los trastos, decididos a colarse dentro.

Llamaron a la policía claro. Los perros no dejaban de ladrar, pero ni aún así se habían asustado los dos ladrones. Solo cuando llegaron los agentes, los dos hombres —dos muchachos quizá— que habían entrado en la caseta a robar dejaron lo que tenían en las manos, unas zapatillas deportivas y una motosierra estropeada, y trataron de huir. Uno de ellos lo consiguió, después de arrojar el hacha que llevaba en la mano ¿a un policía? mientras saltaba desde la ventana estrecha al otro lado del muro. El otro quedó detenido.

Ocurrió en la madrugada del pasado martes en la barriada de La Cemba en Ponferrada, en la ladera de casas, muchas de ellas vacías y a la venta, que se encuentra a espaldas de la residencia de mayores de Flores del Sil.

No había nada de valor en el cobertizo de Tamara y Alejandro, una pareja que se gana la vida con la danza y el reggae, salvo un pesado equipo de amplificadores imposible de robar; imposible que dos personas pudieran llevárselo sin más ayuda y por una ventana tan pequeña.

El huido perdió su teléfono móvil en la huerta de la casa. Me imagino, mientras escribo estas líneas a los dos días del suceso, que el aparato ya se habrá quedado sin batería. Imagino todas las llamadas perdidas, los mensajes de WhatsApp que su dueño no ha podido contestar.

Quizá alguien le pregunte dónde está, qué está haciendo, por qué no responde.

Yo me pregunto qué esperaba encontrar en el cobertizo de Tamara y Alejandro. Por qué no se asustó cuando ladraron los perros o cuando se encendieron todas las luces de la casa. En qué estaba pensando cuando entró en la finca con un hacha, o cuando la arrojó —eso dicen los denunciantes— al policía que trataba de detenerle. Por qué se ha arriesgado tanto. ¿Por unas zapatillas que se encuentran en cualquier mercado callejero? ¿Por una motosierra estropeada?

Pero son preguntas sin respuesta, claro. Está dirigidas a alguien que ha perdido su teléfono y algo más.

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