Diario de León

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Elegir bien la apuesta

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ernesto escapa
León

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La secuencia de fracasos que acumula León ante la taquilla de distinciones de la Unesco no la logran disimular los entorchados más que merecidos de Las Médulas y de la cuna del parlamentarismo, que nos llegaron de rebote. También nos pilló de paso el patrimonio itinerante del Camino Francés. Pero el recuento de fiascos que publicó esta semana Verónica Viñas debe inducir a buscar la promoción de nuestros valores más universales, dejándonos de ocurrencias estrafalarias, que es la cosecha recurrente que tiene atascadas las ventanillas de la Unesco. Así que mejor olvidarse de repicar donde no suena y buscar nichos de éxito que coinciden con nuestros preliminares artísticos.

Porque resulta chocante que no se ponga el menor empeño institucional en alentar y promover candidaturas obvias, como las arquitecturas visigótica y mozárabe que enjoyan algunos de nuestros rincones más hermosos. No en solitario, sino arracimando las muestras de un arte mestizo, que dejó en territorio histórico leonés la mejor expresión de su embrujo. De Escalada a San Cebrián de Mazote, de Peñalba y el barrio ollero de Ponferrada a Wamba o Lebeña, de la desembocadura del Esla, que contempla la joya de San Pedro de la Nave, al valle del Pisuerga, que preside San Juan de Baños. Con ejemplos notables y colindantes en Burgos, Cantabria, Soria, La Rioja, Toledo, Orense y Braga. Porque no se trata de enarbolar recursos provincianos. ¿Se deberá la penalización de este olvido a su ruralidad? ¿O consistirá en otro castigo a su dispersión territorial?

La galería de Escalada es uno de los iconos del patrimonio universal. Sin duda, la más primitiva y espectacular de un género que prospera en el románico del Duero, como albergue de los concejos vecinales. Es cierto que la mayoría de estas iglesias milenarias se esconden tras un cascarón convencional. Sólo Escalada y Peñalba muestran al exterior parte de sus atractivos. Porque son templos mestizos que despliegan al interior todo el embrujo encantador de la mozarabía. A veces, el alarde es con arcos o palmeras, mientras otras decoran sus muros con frescos o albergan minúsculas mezquitillas que simbolizan el nido del justo y casi nos pasan inadvertidas.

Pertenecen a la época de repoblación y por eso funden tradiciones arquitectónicas remotas y enlazan concepciones teológicas aún más distantes: la basílica cristiana y la mezquita islámica. La singularidad de este conjunto de arte medieval chirría por seguir siendo el único que carece de distinción como Patrimonio de la Humanidad, una vez que el prerrománico asturiano, el mudéjar aragonés y el románico catalán obtuvieron el respaldo, mientras resuenan con estrépito los recientes y penúltimos fracasos de candidaturas que nos conciernen.

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