EDITORIAL | Un gobierno previsible por su perfil y con importantes retos que afrontar

«Orgullo» e «ilusión» por presentar un gobierno «lógico», que nace de un pacto, y «transformador», para enfrentarse a un proyecto político para cuatro años con el prioritario objetivo de avanzar en el progreso económico y social de Castilla y León. En esos términos expresó su satisfacción personal y sintetizó la definición que el nuevo presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, hizo del Ejecutivo autonómico que él mismo dio a conocer ayer. Un gobierno también previsible por su perfil, inevitablemente condicionado por ese pacto entre Partido Popular y Ciudadanos y por la cuota territorial en la representación y sin demasiadas sorpresas en la relación nominal de los seis hombres y tres mujeres de los que se rodean el propio Mañueco y Francisco Igea, vicepresidente, portavoz y consejero de Transparencia, Ordenación del Territorio y Acción Exterior.

Pese a las reticencias inicialmente manifestadas por la formación naranja, que luego derivó al propio PP la decisión última, repite como consejero de Fomento y Medio Ambiente el leonés Juan Carlos Suárez-Quiñones. Y también lo hace —estaba en todas las quinielas— el palentino Carlos Fernández Carriedo, que pasa de Empleo a Economía y Hacienda. Su relevo en Empleo e Industria lo asume Germán Barrios, hasta ahora presidente del Consejo Económico y Social. Y Jesús Julio Carnero, expresidente de la Diputación de Valladolid, encontró finalmente acomodo en Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural. Verónica Casado (que ya se había anunciado para Sanidad), Rocío Lucas (Educación) e Isabel Blanco (Familia e Igualdad de Oportunidades) representan la cuota femenina en un equipo de gobierno que completan Javier Ortega (Cultura y Turismo) y, como figura de gran relevancia y con una importante cuota de poder —controlará la Comisión de Secretarios Generales de las consejerías—, Ángel Ibáñez (Presidencia), portavoz adjunto y luego presidente de las Cortes al sustituir a Silvia Clemente. En definitiva, veteranía, un alto grado de experiencia y la continuidad necesaria para afrontar el salto a la nueva sociedad digital y de la transparencia y calidad democrática que se anuncia. Un equipo sólido y solvente que deberá trabajar —y convencer a la sociedad de que se

hará así— bajo la idea de que lo importante no son los nombres sino las políticas que desarrollen.