Diario de León
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edro Sánchez es el problema. Dicho del revés. El problema es Pedro Sánchez, y no Pablo Casado, ni Albert Rivera, ni Pablo Iglesias, por mucho que así lo quieran hacer ver los terminales mediáticos y paniaguados al servicio de la causa.

Recientemente, «hemos asistido a la gestión poselectoral más obscena, desquiciada y chapucera de nuestra historia democrática. Durante ochenta días practicó la estrategia del matón: no negoció con nadie y coaccionó a todos. La bolsa o la vida, o me entregas la investidura o habrá elecciones y te machacaré» (I. Varela). Fue el final de una larga serie de despropósitos protagonizados por una persona a la que el cargo de presidente del gobierno de España le resulta demasiado grande. El origen de la bufonada, la irresponsable moción de censura, y su desarrollo, la formación de un ‘gobierno bonito’, sin iniciativas y dedicado a reverenciar al ‘sumo sacerdote’, devenido en ‘gobierno líquido’ y con un ‘presidente gaseoso’, no tienen parangón en la historia de España, ni con los países de la Europa democrática. Se intentó desvelar el engaño en diversos artículos publicados en esta misma tribuna. Recordemos parte de los mismos.

Con el título escribíamos, hace un año, que Pablo Iglesias «de forma torpe, escasa visión de futuro, sin estrategia política e incapaz de visionar los riesgos del ‘ménage’, prefirió convertirse en la rana de la manada e ignorar que el escorpión nunca pierde su condición. PI no ha descubierto aún que el proyecto de PS es personalista, en el que no hay lugar para otro. Su autosuficiencia ha virado del ‘no es no’ al ‘yo es yo’. Realizar el trabajo sucio a PS supondrá el suicidio político de PI. La incapacidad de PI para rentabilizar haberse convertido en el costalero de PS solo puede superarla con un cambio de estrategia. O la rana se desprende del escorpión abandonándole a su suerte o el escorpión le infligirá el aguijón definitivo. Rectificar o morir. PS o PI».

Pablo Iglesias apoyó, entonces generosamente, una moción de censura sin pedir nada a cambio. Después se prestó a ser la correa de transmisión del ‘Plan Sánchez’ ante el resto de ‘la banda’, pero llegado el momento de repartirse el ‘botín’ en la ‘habitación del pánico’, el niño ha dicho que el balón es suyo y que sólo juega él. Ante tamaño desprecio, lógico es que Pablo Iglesias pretenda recobrar su dignidad y pida respeto, lo que Sánchez le niega.

Bajo el título denunciábamos en febrero del presente año que «el PSOE tiene un problema, se llama Pedro Sánchez. España también tiene un problema, también se llama Pedro Sánchez. Aplazar los problemas no es la solución. A los problemas, para resolverlos, se les buscan soluciones, pero éstas nunca han de ser los problemas mismos. Encontrar la solución al problema del PSOE y de España, llamado Pedro Sánchez, pasa por prescindir inequívocamente del susodicho, mientras que permitirle permanecer en su actual estatus político, en el que quiere mantenerse a toda costa, sería un error. Su presencia resulta tóxica y evitar que sea letal para los intereses del PSOE y de España es una obligación democrática».

Pedro Sánchez es el problema común de España y del PSOE, por lo que el problema no puede formar parte de la solución. Su legado es una España dividida y un PSOE secuestrado y enfrentado entre sanchistas y socialdemócratas, que temerosos de perder la mamandurria, hasta los barones y sus cuadros más moderados han terminado abrazando el sanchismo. El pesebre hace milagros.

Días antes de las elecciones generales, con el título , advertíamos que «del bipartidismo, donde la alternancia en el gobierno del Estado giraba en torno a un eje constitucionalista izquierda-derecha, se ha pasado a un pluripartidismo donde la política se ha polarizado en dos bloques, cuyo eje de gobierno es rupturistas-constitucionalistas. El PSOE se ha apartado sospechosamente del constitucionalismo para alinearse con el polo rupturista. España necesita estabilidad política, económica y social, así como ser gobernada por políticos juiciosos. Con un presidente ‘low cost’, España quedará desestabilizada, mal gestionada, fracturada y desaparecida».

El PSOE, alejado del constitucionalismo y fraternizando con los rupturistas, se ha convertido en otro problema, inesperado, para España. Al problema Sánchez se le ha añadido el problema PSOE. En vez de un problema, España se encuentra con dos. Pedro Sánchez, que fracasó como universitario al plagiar su tesis doctoral y al que le han tenido que escribir un libro, ha fracasado también como político al dividir a su propio partido y ser incapaz de superar, dos veces, la investidura a la presidencia del gobierno. En Europa, quien plagia dimite, y quien pierde una investidura se marcha a su casa.

La solución está, bien en el PSOE, nominando a otro dirigente con autoridad para devolver al partido al constitucionalismo, alejado del radicalismo, contrario al culto a la persona, y con capacidad de consensuar con PP y Cs un programa de gobierno con el que enfrentarse al ‘elefante morado con lazo amarillo’; o bien en el Jefe del Estado, proponiendo a la investidura para presidente del gobierno a un candidato moderado, solvente y coherente. El futuro de España, el de los españoles y el suyo propio, está en su acertada o equivocada decisión.

Esto no va de resistencia, sino de vergüenza y existencia.

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