Diario de León
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Los representantes de Vox, señaladamente doña Rocío Monasterio, no se han recatado a la hora de advertir explícitamente que vigilarán a los mandatarios de la derecha a los que prestan su apoyo. Parece que la formación que preside Santiago Abascal se conforma, puesto que no puede alcanzar posiciones de poder, con ser una especie de guardián de las esencias: ojo a la inmigración que nos llega, nada de festejos cuando se habla de LGTBI, no pasarse con lo de la violencia de género... En principio, basta, como hizo doña Isabel Díaz Ayuso en su investidura como presidenta de la Comunidad de Madrid, con hacer guiños discretos y alusiones poco comprometidas a los principios : el partido de la derecha radical ha sido fundamental para llevar un representante del PP, más Ciudadanos, a las presidencias de Andalucía y Madrid, y también a algunas alcaldías, así que más vale no desairar al siempre incómodo ‘aliado’. Y no ha habido que hacer, parece, muchas más concesiones, una vez superadas las algo ridículas polémicas con Ciudadanos sobre quién reconoce a quién y en qué términos. A Vox hay que reconocerle que ha variado algo el rumbo algo pedestre con el que irrumpió en las encuestas y, con los límites conocidos, en las urnas: mejores relaciones con los periodistas, voces menos altisonantes. Como ocurrió en Andalucía, cortan de raíz cualquier de los suyos. Aprovechan la indudable involución que está experimentando la sociedad española para lanzar sus mensajes de manera calmada, procurando huir de las estridencias del pasado.Tanto el PP como Ciudadanos saben que, para llegar al gobierno de la nación, tendrán que seguir contando con el apoyo vigilante de Vox, experimentando en sus nucas el aliento constante de este partido. Y habrán, por tanto, de matizar esa clasificación de que son el centro derecha , título oficial al que aspiran. Vox, como en el otro extremo Podemos, aspira, y es legítimo, a influir en la gobernación del país, ya que de momento se ven incapaces —en el caso de la formación de Pablo Iglesias, porque increíblemente renunció a una vicepresidencia y tres ministerios— de alcanzar puestos efectivos de poder. Nos guste o no nos guste, Vox, que no es exactamente el lepenismo ni el , pero sí podría llegar a ser, si pudiese, el , está ahí para quedarse. Del ‘nuevo’ PP de Pablo Casado, y hasta cierto punto del algo desnortado Ciudadanos, dependerá cuánta presencia pública acabe teniendo este grano incómodo, desde ahora el vigilante, que les ha salido en salva sea la parte.

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