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El día que el señor Sánchez Castejón consiguió la investidura como jefe del gobierno, tras su moción de censura al señor Rajoy Brey en mayo de 19, decidí no volver a saber nada de la tramoya política de esta España enloquecida. Con esa reacción intentaba no atormentarme con el camino de calamidades a que se dirigía esta infausta nación por segunda vez en este siglo, la primera fue la investidura del señor Rodríguez Zapatero tras la matanza de Atocha.

Durante 20 meses fui consecuente con mi decisión e ignoré cuantas noticias emanaron de la tortuosa actualidad patria. Tarea nada fácil, considerando la omnipresencia de los pregoneros de información en todos los espacios del vivir. Pero adquirí esa habilidad el día de la matanza de Atocha donde ejecuté por primera vez esa estrategia de exorcismo de la realidad para eludir mi dolor por los destinos de mi comunidad nacional. Así conseguí no enterarme de los resultados de las elecciones de abril de 2019.

Aunque las voces de un parroquiano en Ocaña, me desvelaron, al pasar por delante de un bar, que había había ganado el PSOE. Y me enteré de la convocatoria de elecciones para noviembre del 19 por un comentario de un peregrino en un albergue de San Martín del Camino. Y volví a ignorar los resultados de esas elecciones salvo que nuevamente había ganado el PSOE.

El estrés emocional que me producía la posibilidad de un gobierno de Frente Popular no me dejaba otra alternativa salvo el exilio que, ahora sí, empieza a tomar fuerza en mis planes de vida. Fue en la sobremesa de la cena de familia de Nochebuena cuando un primo que tengo, tan indiscreto como atolondrado, comentó con sorna, al verme elegir el color morado para mi cartón de bingo, que ya estaría maniobrando ante el pacto de gobierno recién anunciado e ignorado por mí.

La zozobra de esa noticia funesta y la inminente eclosión del la epidemia después me hicieron renunciar a mi pobre quimera de vivir ignorante del naufragio nacional. Había que despertar, por la cuenta que nos trae y ahora, en el inicio de la fase de normalización de la pandemia, me entero de las críticas que recibe Albert Rivera Díaz por no haber conseguido un Gobierno pactado con el señor Sanchez Castejón, con su mayoría de 180 diputado en las elecciones de abril del 19.

Todos ahora, en la derecha, quieren sacrificar al ex líder de Ciudadanos por haber desperdiciado una ocasión histórica de impedir el acceso de la izquierda social comunista al poder. Es esta una censura sin valor ya que la rápida alianza PSOE-UP, tras las elecciones de noviembre, dejó claro que esa estrategia ya estaba en las mentes de sus líderes durante los meses de verano.

Y por tanto fue la cerrazón del líder del PSOE la que impidió ese concierto y no la ambición desmedida del señor Rivera Díaz. Esa negativa se concretaría a mitad de verano cuando las encuestas empezaron a desvelar al hundimento electoral del Ciudadanos.

En todo caso, dejando el juicio de señor Rivera Díaz para otro momento, todo esto me lleva a proponer que ¡paradojas del destino! qué suerte tan admirable la de no haberse llegado a esa pacto moderado Cs-PSOE. Piensen qué estaría pasando ahora, con la irrupción de la pandemia si el grupo de los antisitema no estuviera en el Gobierno. Si por el muerto del ébola estuvieron a punto de tumbar al Gobierno del PP, qué desmanes no hubieran hecho de estar fuera del gobierno ahora con 30.000 muertos.

Cierto que existe un pequeño riesgo de acabar degenerando en un régimen peronista-chavista si Europa se desguaza con esta crisis. Pero si la UE resiste, toquemos madera, el resultado será letal para este Gobierno al quedar patente su incompetencia para gestionar una crisis como ya pasó el señor Rodríguez Zapatero en 2008. Así que con un poco de optimismo, digamos esperanzado. Menos mal que gobierna la izquierda.