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Publicado por
Ara Antón
León

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Leyendo a Mihaly Csikszentmihalyi sobre la posibilidad de equilibrar la conciencia a través del orden y del ritmo, pensé en resumirlo y traerlo aquí, por si pudiera ser de utilidad en un momento de dificultad y entropía, en el que casi todos andamos algo desorientados, por no decir en completa turbación. He tratado de concretar, en lo posible, su texto.

«Es divino pensar siempre sobre algo hermoso y sobre algo nuevo», decía Demócrito. Su argumento se sustenta en que jugar con las ideas es algo sumamente placentero. El disfrute se obtiene al crear una nueva manera de describir la realidad.

Una persona que se familiariza con las convenciones de la construcción de un poema, de un texto o de las reglas del cálculo físico, matemático o científico, por ejemplo, es cada vez más independiente de la estimulación y manipulación externa. Cuando domina un sistema simbólico —números, escritura, pintura...—, ha logrado crear «su mundo», algo completamente independiente de las influencias no deseadas del entorno, bien sean demagogias, medios de comunicación o, simplemente, algo que deseen vendernos.

El miedo ha sido el custodio de la humanidad y el responsable de que aún permanezcamos sobre la tierra, aconsejándonos la huida o el ataque, según fuera necesario para sobrevivir

Sin la capacidad de proveerse de información propia, el pensamiento flota sin orden. Ese orden podemos buscarlo en un programa de televisión, que no va a aportarnos nada, o un modelo interno, que crecerá a partir de nuestras habilidades y de nuestra conciencia. La rítmica estructura del verso permite conservar experiencias condensadas y transformadas. Es ideal para dar forma a la mente. Leer unos poemas cada noche es una manera de mantenerla equilibrada. Con una línea, que comience a sonar en nuestro cerebro o, incluso a veces, una simple palabra, puede bastar para abrir una ventana sobre un nuevo paisaje, que nos conduzca a un viaje interior.

La escritura en prosa ofrece beneficios similares porque su objetivo es crear información, no simplemente transmitirla, lo que hace que surjan ideas en un proceso de pensamiento, lento y orgánico, que proporciona a la mente unos medios disciplinados de expresión.

El escribir se convierte entonces en una terapia, al aportar orden entre la turbación de sentimientos, borrando de la mente la existencia de una realidad problemática.

Observar, grabar, y conservar en la memoria los sucesos de la vida es una de las maneras más antiguas de traer organización a la conciencia. Recordar el pasado no es solo un instrumento para la formación y conservación de la identidad personal, es también un proceso capaz de hacernos disfrutar, rememorando y recreando lo ya vivido, que nos ayudará a enfrentarnos al futuro. Si somos nosotros los que descubrimos y rehacemos ese pasado con nuestro estilo personal, elaborar o aprender historia puede convertirse en algo realmente gratificante.

A veces, tener control sobre los sistemas simbólicos: escritura, formas más o menos avanzadas de cálculo, opiniones claras sobre el entorno, etc. pueden salvar una vida.

Se afirma que la razón de que haya tantos poetas en Islandia se debe a su manera de mantener la conciencia en orden, consiguiendo aislarse del agresivo entorno exterior.

En las noches, junto al fuego, recitaban las sagas, en las que narraban los actos de sus antepasados, a los que iban agregando nuevos versos o interpretaciones, dependiendo de la persona que lo hiciera.

Al dominar la cadencia ordenada de la métrica y de la rima y al convertir los sucesos de sus propias vidas en imágenes verbales, lograron mantener el control de sus experiencias. Si hubieran pasado aquellas noches en silencio, oyendo el ulular agresivo del viento, el temor y la desesperación se habría adueñado de sus mentes.

Similares condiciones siguen siendo ciertas cuando un individuo es apartado de la civilización y se encuentra en situaciones extremas. Cuando el mundo de fuera no tiene piedad con nosotros, un sistema simbólico puede ser nuestra salvación. En condiciones de privación extrema, poetas, matemáticos, historiadores, escritores, y expertos bíblicos son como islas de cordura rodeados del caos.

El miedo ha sido el custodio de la humanidad y el responsable de que aún permanezcamos sobre la tierra, aconsejándonos la huida o el ataque, según fuera necesario para sobrevivir. Pero también puede convertirse en una emoción negativa, que provoca sufrimiento, muchas veces innecesario y superfluo —como es la situación actual que vivimos, ya que pocas cosas están en nuestras manos—. Es entonces cuando debemos enfrentarnos a él.

Se podrían buscar muchos métodos para hacerlo, pero me ha parecido interesante y sencillo el ofrecido por Mihaly, —entre otras cosas, porque estoy completamente de acuerdo con él—. Confiar a unas páginas, por medio de la escritura, esos sentimientos que nos cierran al exterior o, simplemente, leyendo unos versos que, con su ritmo —recordemos el sonido de los tambores de las tribus primitivas— pueden alejarnos del caos.

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