Diario de León
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León

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AS multitudes raramente se sienten solas, y los 169 diputados del PP que ayer convalidaron el famoso «decretazo» son, en términos parlamentarios, una multitud. Para el Gobierno, sin embargo, el apoyo de su propia multitud legislativa es un acompañamiento insuficiente, pues si los diputados generalmente sólo atienden a la voz de sus respectivos partidos, los Gobiernos deben escuchar la voz de toda la sociedad, y ayer el Gobierno del PP, a través de su grupo parlamentario, desoyó la voz de algo más de media sociedad española. Finalizada la votación del controvertido decreto, La Moncloa debió experimentar la sensación de estar monologando consigo misma. Pocas veces el nacionalismo catalán ha rehusado votar a favor del Gobierno de turno en asuntos de importancia, y hasta en asuntos de importancia menor, en los que Aznar o antes González pudieron haber depositado un interés especial o su simple amor propio, por lo que la abstención ayer de CiU priva de cierta calidad legislativa a la convalizadación del decretazo. 169 votos a favor, 129 en contra y 16 abstenciones, sumada Coalición Canaria a la pasividad de CiU, reflejan la fuerza aritmética de una mayoría absoluta, pero no su autoridad moral. Y esa falta de autoridad moral, en este asunto, convertía ayer a la convalidada norma en un simple proyecto de ley, que será tramitado como tal, abriéndose a las enmiendas de la oposición. Al margen de las reservas que inspira a CiU este decreto, que reforma el sistema de prestaciones por desempleo, el nacionalismo catalán dejó ostensiblemente claro ayer que le disgusta el modo autoritario con el que el Gobierno ha intentado imponer unilateralmente esta reforma. Y el grupo socialista, meciéndose en la simpatía de casi media cámara, llegó a increpar al Gobierno en términos muy duros, pues el portavoz Jordi Sevilla se atrevió a decir, dirigiéndose al banco azul, que el ejecutivo había hecho «un ejercicio de autoritarismo» y «una exhibición de chulería», lo que no deja de ser tampoco, por parte del diputado socialista, un alivio chulesco. Decir que el Gobierno está solo es incierto, pero no lo sería afirmar que se le están torciendo algunas de sus previsiones, como el esplendor de la cumbre de la UE en Sevilla, el feudo socialista de mayor tronío, o la inflación, que en mayo volvió a dispararse, o la huelga general del próximo día 20, que no es un partido de fútbol y, aunque lo fuera, el Gobierno no tiene hoy por hoy, ni mucho menos, garantías de ganarlo. Suele ocurrir en política que una serie de sucesos fortuitos modifiquen la orientación política y el talante de los Gobiernos, por lo que un desvió ahora de algunas previsiones gubernamentales debería interpretarse como una advertencia del destino más que como un fracaso político.

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