Diario de León
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León

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UNO no ha sido nunca futbolero, ni mucho menos, pero el pasado domingo había que ser de otra galaxia para no sentirse emocionado con la selección española. Y es que eso de que el fútbol lo inventó el gallego para que no se hablase de política tiene cada vez menos peso. Veinticinco años de democracia y, admitámoslo, se habla más del partidazo que de la huelga del 20 de junio, quizá porque este día vamos a perder todos, pues no hay peores goles que los que uno se mete a sí mismo. Luego, claro, cada cual vive esta pasión futbolera a su forma. Servidor no ha hecho jamás la ola, ni ha insultado a un árbitro, ni se ha bañado en la Cibeles, pero confieso que cerré los ojos ante el penalti de Mendieta y que pedí la intervención del santo que uno tiene reservado para estas ocasiones, con intención de reforzar la que José Antonio Camacho solicitó a Santa Gema, cuya estampa llevaba en la cartera y besó con devoción. Los santos entienden de fútbol y hasta tienen sus preferencias. Milagro gordo es que mis dos hijos varones hayan renunciado a su pasión culé, decepcionados por el fichaje de Van Gaal. Mis velas me ha costado que viesen, por fin, la luz. Lo preocupante es que el pequeño se me ha hecho del Atlético de Madrid, que ya son ganas de vivir de infierno en infierno. Ya en serio: el fútbol es cultura cuando se mueve por reglas de caballerosidad deportiva y calidad humana, compatibles con el anhelo de ganar¿ como está haciendo nuestra selección. La humildad de Casillas es modélica. Y digna de crear devotos.

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