Diario de León
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E sabía que el anuncio de la retirada de Aznar terminaría por abrir un debate en el interior del PP. Y se ha abierto, aunque de forma tímida, elusiva, casi diplomática. El primer episodio fue protagonizado por Álvarez-Cascos, que lo levantó en las vísperas del Congreso último del PP y se resolvió de forma pactada en el propio Congreso. El contenido tuvo que ver con los mecanismos que deberían seguirse en la sucesión de Aznar. El propio Aznar cerró el debate al hacer el elogio de Cascos como ejemplo de lealtad y como el mejor ministro de Fomento que ha habido hasta la fecha. Este segundo capítulo también está siendo protagonizado por Cascos aunque ha conseguido involucrar más actores, y de forma especial a Javier Arenas. No es la alcaldía de Madrid lo que le preocupa a Álvarez-Cascos, sino la elección del sustituto de Aznar y, a partir de ahí, la relación de fuerzas internas que se abre en el PP. Posiblemente hay que encontrar la causa de esta nueva incursión de Cascos en este debate en el reciente elogio que hizo Suárez a Jaime Mayor al decir, hace tan sólo unos días, que sin duda era el hombre ideal para suceder a Aznar. Las encuestas habrían sido un pretexto. Eran un ataque a Javier Arenas que es afín a la ideología democristiana de Jaime Mayor. En definitiva ha sido una forma de atacar la salida Mayor mediante la patada a Arenas. Como se ve, la sucesión comienza a revelar la estructura interna del PP que, en todo caso, parece mucho más compleja que la reducción a algunas filiaciones ideológicas. Estas se agotarían en poco más que liberales y democristianos. La sofisticación de las relaciones es mucho mayor: tiene que ver con la historia del propio partido. Habría que tener en cuenta a los pata negra que como es el caso de Álvarez-Cascos colaboraron con Aznar para formar y consolidar el partido a partir de la costilla de Fraga; están los procedentes de UCD, de un signo o de otro. Están, por otro lado, las oleadas de gentes más jóvenes que con frecuencia hay que explicar a partir de las relaciones personas, esto es, los compromisos ex post. Álvarez-Cascos no ha hecho sino provocar una tormenta en un vaso de agua. Desde los pasillos bucólicos del G-8, José María Aznar ha calificado la polémica como algo sin trascendencia. En realidad nadie le da una importancia mayor. Se diría que el miedo a las confrontaciones interiores están más en la imaginación y sobre todo en la memoria. Pesa mucho la experiencia de UCD. Aunque se sabe que esto es otra cosa y que no en vano el liderazgo de Aznar ha sido un instrumento eficacísimo para la cohesión interna, tanto en el plano orgánico como en el doctrinal, persiste un temor de fondo, una gran desconfianza a los personalismos y, ¿por qué no?, a la ausencia de un referente tan fuerte como el de Aznar.

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