Diario de León
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León

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YA sabemos que Brasil es pentacampeón, y que ha sido la visera de Ronaldo, ese singular triángulo de pelo colocado, como un pubis virginal sobre su frente, la moda capilar que ha resultado finalmente triunfante. Porque del Mundial de Corea/Japón que, como quien dice, acaba de celebrarse, lo más destacado, además de los líneas y del árbitro egipcio que impidieron al equipo de España pasar de los cuartos de final, han sido los adornos capilares de los jugadores. Además de los del cráneo mondo y lirondo, siguiendo la moda que lanzase hace casi un decenio el baloncestista Michael Jordan -los franceses Barthez, Vieira o Thuram, el brasileño Roberto Carlos o el argentino Verón-, en esta edición se han lucido especialmente los cabellos oxigenados, rubio agresivo, del senegalés Diouf o del japonés Inamoto, además de algunos jugadores coreanos de ingrata memoria, tal y como los llevase Juanfran -seguramente por alguna apuesta- hace una temporada, o como lo llevará ahora Cañizares, después de que el tinte pelirrojo tipo punk, que eligió para el Mundial, le diera tan mala suerte como para hacer un héroe de Iker Casillas, el ejemplo más arquetípico de cómo la suerte del suplente hace al titular dar diente con diente. También se han aireado las crestas empapadas en fijador que coronaban la cabeza del británico Beckham, el chico de la Spice, que ha revolucionado las peluquerías de ambos países asiáticos, llenándolas de ansiosos imitadores, y las antenas tipo caracol cósmico del nigeriano Taribo West, logradas a base de aplicaciones masivas de gel de mantenimiento persistente. Si las llamadas a la lentitud victoriosa del caracol y al desafío impertinente del gallo, no se vieron coronadas por el éxito, y Nigeria tomó el avión de regreso al término de la fase preliminar mientras los británicos volvieron en cuartos, cabe calcular que no habrá continuación de esta moda capilar tan trabajosa. Porque mucho más factible, aunque también exija una atención barbera casi permanente ha sido la variante aportada por el alemán Ziege y el norteamericano Mathis que, basándose en las ilustraciones de antiguos iroqueses, indios al cabo en los prolegómenos de la independencia de los Estados Unidos y del Canadá: una banda longitudinal, de la frente a la nuca, de grosor y altura variables, y que recordaba también el casco de los centuriones romanos. Sólo el turco Davala, iroqués asimismo, llevó el cepillo craneal a las semifinales, y sólo con él alcanzó tal adorno el podio final, porque el alemán se quedó rumiando banquillo, acaso porque no estaba, sin Ballack, que no tenía ningún acento capilar, el horno para bollos. En definitiva, que el adorno capilar que pasará a la historia, hasta el punto de que los curiosos del futuro que miren fotografías del evento final busquen inútilmente el árbol cuya sombra produjo tal efecto en el cráneo de Ronaldo, será el del delantero canarinho. Habrá que estar atento al comienzo del calcio italiano para ver si el pubis frontal de Ronaldo sigue creciendo o desaparece.

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