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Gaudí: obra y santificación

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SE han hecho miles de estudios sobre la obra arquitectónica de Antonio Gaudí, pero muy poco se ha investigado sobre su aspecto personal y hete aquí que, de la noche a la mañana, nos encontramos con que era un santo y hay que subirle a los altares. En Cataluña la comisión para la beatificación de Antonio Gaudí comienza a trabajar y el cardenal arzobispo de Barcelona Ricardo María Carles solicita a la Santa Sede la autorización para iniciar el proceso de beatificación y, con una celeridad inusitada, dos meses y medio después, se logra el nil obstat. Parece ser que tan sorprendente rapidez se debe a la universalidad y carácter seglar de Gaudí. Nadie discute que Gaudí fue un extraordinario arquitecto e incluso un genio, pero no parece tan claro que haya sido un santo. Ya sé que de momento únicamente se trata de su beatificación, pero no se preocupen que todo se andará. Ya se están buscando milagros para justificar la santidad, aunque resulta un poco difícil ya que la conversión al catolicismo de un japonés al contemplar las obras de la Sagrada Familia, la expulsión de un cálculo renal, el terminar una carrera abandonada o ganar un premio de arquitectura tras encomendarse al arquitecto, no parecen gozar de excesiva solvencia para tan sublime menester. De todos modos creo que no debieran preocuparse por ello, bastante milagroso es que exista tanta gente viva que haya conocido a Gaudí y pueda dar testimonio de su personalidad y santidad. Piénsese que habiendo fallecido en 1926, aquellos que le conocieron y se relacionaron con él lo suficiente para testimoniar, pasarán de los noventa años, pero no solo esto sino que han de poseer una mente clara para servir como testigos ante causa tan importante. Se señala que toda obra artística está encomendada a Dios y que la Sagrada Familia es exponente del cristianismo y su sola contemplación nos habla de la extraordinaria fe de su diseñador. Aparte de lo que puedan parecer tales afirmaciones, si en esto nos basáramos habría montones de artistas santificados. Pensemos en tantos y tantos que han dedicado su vida a la realización de obras religiosas y como olvidarnos de Miguel Ángel y su Capilla Sixtina que cuenta con méritos suficientes si universalidad y obra cristiana tomamos como apoyos. Frente a este entusiasmo y «el no hay lugar a dudas» de que la obra de Gaudí ha sido guiada por la mano de Dios, se hallan aquellos que son calificados como maliciosos por parte de los devotos del Gaudí Santo y que ven representaciones que no son tan místicas ni tan religiosas, sino debidas a la relación que Gaudí mantuvo con la masonería. No seré yo quien entre en el dilema si se puede se masón y santo, ahora si que da la impresión de que la simbiología que Gaudí introduce en sus obras depende del color del cristal con que se mire: en lo que unos pueden ver masonería, otros percibirán cristianimso puro. De todos modos, si no fuese masón activo y miembro de una logia, lo que parece claro es su relación con esa sociedad. Y no es de extrañar que así sea habida cuenta de que los hermanos Fontseré eran masones y uno de ellos llegó a ser un destacado dirigente de la orden y Gaudí colaboró con ellos largo tiempo, entre 1872 y 1888. Es innegable que la obra de Gaudí cuenta con numerosos símbolos masónicos y representaciones de su afición por la ciencia hermética y la alquimia. El remate del farol que diseñó en 1878 por encargo del Ayuntamiento de Barcelona cuenta con Hermes con su vara y dos serpientes enroscadas y enfrentadas. En un muro del parque de la ciudadela aparece la rama de acacia, uno de los símbolos más concocidos de la masonería; igualmente significativo es el pelícano presente en el Museo de la Sagrada Familia. Este es el animal símbolo del Grado 18 de la francmasonería denominado Grado Rosacruz. Pero al lado de éstos encontramos otros muchos, tales como los tres grados de la perfección de la materia existentes en la Casa Figueras o la salamandra, las serpientes y el horno de fusión del Parque Güell, solamente por citar algunos ejemplos. Pero si su obra arquitectónica plantea dudas para su santificación, la humana no se anda a la zaga. Pensemos que se habla de dos personajes bien distintos: el Antonio Gaudí que siempre llevó una vida austera evitando dejarse vencer por la posesión y el brillo; y el otro que gustaba del bien vestir y el disfrute de todo aquello que le proporcionaba su relación con la burguesía. Sorprende que al lado de su catolicismo se destaque su condición de nacionalista catalán. Parece que a la hora de santificarlo esto resultaría más perjudicial que favorable ya que puede iniciar una cierta xenofobia por parte del arquitecto. Algo así puede deducirse cuando Ana María Férrin señala que los problemas que Gaudí tuvo con los funcionarios por el proyecto del Palacio Episcopal de Astorga hizo surgir en él una aversión hacia todo lo castellano. Parece que llegó a tal extremo que incluso hablan de los bofetones propinados por Gaudí a un miembro de la Iglesia astorgana, no se sabe si por su anticlericalismo, su mal genio o por ocurrir en León. Se enarbola su celibato, pero tampoco parece algo fundamental en el proceso. Se puede ser soltero por vocación o por obligación, y en el caso de Gaudí la segunda circunstancia debió de pesar más que la primera: no olvidemos que fue rechazado por Josefina Moreu. Y si de castidad hablamos para otro tanto de lo mismo: disposición o imposición. De todos modos este es un aspecto muy personal y no es probable que anduviera pregonando todo aquello que hiciera, caso de que lo hiciese. Se dice que tras su muerte todos manifestaron que era un santo. Cuesta creer que siendo tan popular, tal como afirman los entusiastas de su causa, pasen dos días sin que nadie sepa quien es aquel individuo que ha sido atropellado por el tranvía. En aquellos tiempos no había televisión ni revistas del corazón con lo que el personaje era conocido por ser visto y si no fue identificado rápidamente se debería a que no era tan famoso o a que la vestimenta que portaba no era la de costumbre -iba calzado con zapatillas de felpa y los tobillos envueltos en vendas de lana-; algo que tampoco parece bandera de santidad. Su obsesión con la Sagrada Familia le dejó poco tiempo para dedicarse a los demás, a la vez que llevó a comportamientos anormales en el comer y en el vestir. Nada tengo en contra de su santificación, pero sí me gustaría que se fuera hasta el fondo, se esgrimieran argumentos mucho más consistentes y, sobre todo, que no se descalificara aquello que no va a favor de lo pretendido. Que alguien perteneciente a la causa pro beatificación diga que no es cierto que, tal y como afirman algunos contemporáneos, el arquitecto tuviera mal genio, no parece de recibo. De todos es conocido este aspecto de su personalidad y hasta el mismo Gaudí así lo reconocio siempre. Además, si el testimonio sirve para decir que era un santo, tamibén servirá al afirmar que tenía mal genio. Para terminar cabe preguntarse ¿que hay detrás? ¿Por qué tanto interés en la beatificación y qué justificación tienen operaciones tales como la emisión de estampas de Gaudí para la devoción privada?

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