Diario de León
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León

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EL llamado decretazo tuvo un éxito perfectamente descriptible, aunque hay que reconocer que cayó mejor entre los empresarios que entre los trabajadores, que creyeron que se recortaban sus derechos, conseguidos laboriosamente incluso por los que están en el paro. La huelga general de junio ha hecho reflexionar al Gobierno, que siempre está tan agobiado que no tiene tiempo para dedicarse a esa práctica, y el ministro de Trabajo recibirá mañana a los líderes sindicales para intentar restablecer el clima de consenso, que ahora es muy desapacible. Rectificar es de sabios y además tiene la ventaja de que también pueden hacerlo los ignorantes. La reforma perjudicaba sobre todo a los que ya están previamente perjudicados y recuperar el diálogo social es una excelente idea. No porque hablando siempre se entiende la gente, sino porque está comprobado que callando no se entiende nunca. Una buena negociación es la que deja a los dos heridos, pero a ninguno muerto. Ambas partes deben quedar descontentas, pero no desesperadas. El ministro Eduardo Zaplana ha acreditado su ductilidad, que es siempre un síntoma de inteligencia política, y está dispuesto a suavizar la reforma del desempleo, que era bruscamente dura. Hay que buscar el consenso. Quienes no dan su brazo a torcer están siempre expuestos a correr el peligro de quedarse como la Venus de Milo. Tanto Comisiones Obreras como UGT han dicho que rechazan los «retoques estéticos». Hacen mal. Son siempre importantes, hasta el punto de que a Cándido Méndez le convendría un retoque total y a mi amigo José María Fidalgo uno parcial, centrado en el abdomen. Negarse de antemano a posibles acuerdos revela escasa voluntad negociadora. Hay que estar junto a los más débiles, a condición de que no presuman de fortaleza. Los problemas que pueden solucionarse con algo de dinero no son problemas, a condición de tenerlo. Problema es el proyectado desguace de España, no la contrarreforma laboral. Hay que conseguir que no se caliente el otoño, cuando «las hojas caen y las musas engordan».

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