Diario de León

desde la corte

Una semana después

Publicado por
Fernando Ónega
León

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VIVIREMOS muchos días angustiados por la incertidumbre; sin saber qué hará el mar con el fuel del petrolero maldito. Las gentes del mar de Galicia se acostarán cada noche sin saber si a la mañana siguiente encontrarán una playa o una nueva mancha negra. Ese es el destino más inmediato. Tranquiliza saber que esa gente puede contar, al menos, con ayudas oficiales, que nunca podrán hacer otra cosa que amortiguar el golpe brutal recibido. Pero, ahora que se están evaluando las pérdidas, las autoridades tienen que saber algo más. Tienen que saber que el daño producido a Galicia no se puede calcular. No se puede medir sólo en los destrozos de la costa, en piscifactorías o en la actividad pesquera ordinaria. Hay un daño más profundo y permanente, que apuntó Fernando González Laxe: el daño a la imagen de Galicia. Y hay otro daño todavía más terrible, que es el daño a la confianza de los propios marineros, de los consumidores, los turistas o los inversores en la costa. Es decir, que estamos ante una ruina general. Ante eso, no vale que los ministros digan que se hizo lo que había que hacer o que se siguieron las recomendaciones técnicas. Alguien tiene que pagar la factura política del hecho de que España no tenga un solo barco anticontaminación. ¿Por qué esa clamorosa falta de prevención? ¿De qué han servido las lecciones de los accidentes que hemos sufrido? ¿Por qué disponen de esos barcos otras naciones con mucho menos litoral y menos dependientes del mar? Esperemos que ahora, con la conciencia internacional creada España aproveche el momento para, al menos, encabezar un movimiento de agitación mundial para que haya policía marítima eficaz y para que terminen los escándalos de las banderas de conveniencia, los barcos basura y el tráfico descontrolado. Es lo menos que podemos esperar.

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