El pago de la factura

MIENTRAS los marineros, sus familias, los voluntarios y mucha gente anónima arriesgan su salud para salvar el mar, los mentideros de Madrid han vuelto a donde solían: a la especulación política, que es la mercancía de mejor venta en la capital. No os podéis imaginar la cantidad de cábalas políticas que se hacen sobre lo acontecido hasta ahora con el «Prestige». Solución no se aporta ninguna. Pero teorías políticas, cientos. A veces parece que asistimos a un concurso de ocurrencias. De Fraga, por ejemplo, he escuchado veinte teorías sobre por qué visitó tan tarde la costa. Va dominando la sensación de que tuvo algún problema con Rajoy. Sobre Aznar, las apuestas dominantes son que está en Europa, y «pasa» de todo lo español; ha querido probar a Rajoy, para ver cómo se desenvuelve en situación de crisis; ha confirmado que Rajoy será el sucesor; etcétera. De Rajoy, a su vez, se comenta que se ha tomado la crisis del «Prestige» como su «reválida» de sucesor; que no está de acuerdo con las críticas que hizo a Zapatero, pero que las hizo para satisfacer al señor Aznar, que ve prolongado su estilo en la figura del Vicepresidente¿ Pero lo que causa más furor es adivinar qué consecuencias electorales tendrá el «Prestige». Los organizadores de campañas las están tabulando con frenesí. Y en éstas, la SER hace un sondeo, y resulta que el PP sigue empatado con el PSOE en intención de voto. «Se empieza a pagar la factura del chapapote», dijo el locutor. Yo, francamente, no veo esa factura por ningún lado. Que, después de todos los errores, faltas de coordinación, mentiras, desinformaciones y otros defectos, el PP siga empatado con el PSOE no es ningún fracaso electoral. Al revés: me parece una enorme indulgencia con el poder. Quizá eso fue lo que empujó a Aznar a hablar en televisión, aunque cualquier asesor le diría que es un error. Y hacerlo antes de viajar a Galicia, casi una provocación.