Diario de León

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A verdad es que José María Aznar no para. Y ello da motivos a sus exégetas, hagiógrafos y turiferarios para decir que es que, verdaderamente, no ha tenido tiempo hasta ahora para acudir a Galicia. No es así, claro; lo cierto es que a Aznar se le pasó la oportunidad de chapotear en el chapapote y luego no supo cómo enmendarlo. Pero también es cierto que la marea negra ha tapado otras cosas muy importantes ocurridas esta semana, cosas a las que el presidente del Gobierno ha tenido que hacer frente. Por ejemplo, el crecimiento de la Unión Europea a 25 miembros, un paso que muchos europeos no acaban de explicarse -y algunos dirigentes de la UE, curiosamente, tampoco-. O, por ejemplo, esa extraña "crisis de los misiles" de la que nadie ha ofrecido aún una explicación convincente. Ignoro qué ocurrirá mañana lunes cuando José María Aznar comparezca ante el Congreso de los Diputados para explicar los resultados de la cumbre de Copenhague, tanto en lo general -la ampliación a 25 miembros- como en lo que particularmente nos toca a los españoles, aunque algo ya se haya adelantado ayer en La Coruña. Los ánimos de la oposición están exaltados, y Gaspar Llamazares quiere pedir la reprobación de no se sabe bien cuántos ministros, quizá Aznar incluido. Puede que las hasta ahora tranquilas y algo monótonas comparecencias informativas del presidente ante el Congreso para narrar en qué había consistido la última «cumbre» vean alterado su quieto ritmo este lunes. Y es que ya digo: hay algunos ánimos exaltados, y se piden al presidente algunas explicaciones más que la de si en realidad Álvarez-Cascos, a quien algunos vengativos compañeros de partido quieren presentar como el gran culpable de las decisiones equivocadas, le ha presentado la dimisión (que no). O el futuro político de Fraga, que también ha dejado bien claro que no está dispuesto a irse por su propio pie, aunque muy otras especies anden circulando por las calles de Santiago de Compostela tras la tormentosa sesión de moción de censura del pasado viernes. Porque lo cierto es que UE está ayudando menos de lo previsto ante la catástrofe ecológica y económica, al menos en términos contantes y sonantes. Menos, desde luego, que Mohamed VI de Marruecos que, en gesto imprevisto, permitirá a los pescadores gallegos faenar en las prohibidas aguas marroquíes, algo que, lógico, no beneficiará a los mariscadores. Y esa tibieza europea no podrá ser demasiado disimulada mañana por un Aznar que se ha esforzado en presentar a los gallegos las cosas beneficiosas que se ha traído de la capital danesa. Que, ya digo, tampoco son tantas. Y luego está, claro, lo de los misiles y el Indico. Nada que ver ni con Galicia ni con la construcción europea, desde luego. No se abordará el tema en la sesión parlamentaria, importante, de mañana. Pero sí tiene mucho que ver el asunto con la gran crisis que atenaza al mundo desde el 11 de septiembre del pasado año. El asunto es enrevesado. Buques españoles interceptan en el Indico un barco cargado de misiles disfrazados con destino a Yemen; desde Defensa, donde Federico Trillo es maestro en vender helados en el Polo, se monta con gran aparato propagandístico la difusión de la noticia, con fotos de nuestros aguerridos marineros incluidas. De pronto, llega de Estados Unidos la orden de permitir que el buque, procedente de la muy enemiga Corea del Norte de Kim, siga rumbo con su carga, la verdadera y la de tapadillo. España se indigna, aunque conserva el buen tono diplomático; algunas fuentes paragubernamentales dicen que Washington se ha disculpado por el ridículo que ha obligado a hacer a sus aliados. En Washington te dicen que de disculpa, nada. Es más: parece que los muchachos de la CIA andan bastante enfadados con esta involuntaria «intromisión» española en uno de sus manejos, que podría ser, creen algunas cancillerías, colocar subrepticiamente los citados misiles en algún lugar de Irak, para que fuesen descubiertos en cualquier inspección rutinaria, dándose, así, pretexto para la tan querida invasión de Bush al territorio de Sadam Husein. Bien, parecería difícil de creer que este turbio, espinoso, oscuro y pringoso como la marea negra, asunto, no fuese a ser abordado en el almuerzo que mantendrán esta semana Aznar y Bush en la Casa Blanca. Un almuerzo apresuradamente montado y que iba a estar cargado de buenas palabras, después de que los asesores presidenciales (americanos) hiciesen llegar a su jefe el malestar español porque, en la pasada cumbre atlántica de Praga, Bush ni siquiera se acercase a Aznar para darle la mano, permitiéndole una de esas ansiadas "photo oportunity" de las que el señor Aznar dice gustar tan poco. Al menos, cuando viaja a Galicia. Que muy otra cosa es en la capital del imperio del mundo mundial. Ya ven que, entre Galicia, Europa, Washingrton y, a veces, Madrid, José María Aznar anda muy atareado.

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