Diario de León
Publicado por
Javier Tomé
León

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La pareja está unida por los lazos del amor, por cierto el único deporte que no se suspende por falta de luz, y se dispone a ultimar los trámites ante el Obispado para celebrar su boda según los ritos católicos. Hasta aquí todo normal y corriente, aunque el asunto se complica si decimos que el novio es un tal Andrés Mayo, más conocido entre el público como «el violador del chándal». Un tipo con los cables mentales algo ofuscados y que, allá por los años 1989 y 1990, se dedicó a golpear y violar a un buen número de indefensas mujeres tanto en nuestra ciudad como en Oviedo. Sin entrar a valorar la decisión judicial que pone en la calle a un hombre condenado a 106 años de cárcel, sí que causa extrañeza el halo sexual y hechicero que rodea a ciertos criminales. Son miles las cartas que reciben en los Estados Unidos los asesinos en serie más famosos, enviadas por admiradoras dispuestas a matrimoniar con un personaje capaz de rebañarles el cuello. Resulta evidente que el amor es un linaje de electricidad moral, incapaz de atenerse a unas mínimas reglas de cordura, pero cualquiera puede entender que los padres de la futura señora de Mayo pongan el grito en el cielo ante un matrimonio que puede acabar igual que la batalla de Vorodino. Desde luego, el pedigrí sentimental del muchacho no es como para echar las campanas al vuelo, tal como recuerdan las abogadas que ejercieron la acción popular y que dicen sentirse «indignadas» al comprobar que los derechos de las víctimas no tienen comparación con los derechos de los delincuentes. En fin, los misterios de la hormona son insondables y aunque el antiguo violador no sea palo para cualquier cuchara, su prometida sabrá lo que hace.

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