Diario de León

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Consideroel año 2003, que ya nos pisa los talones, como de transición. Políticamente, de transición hacia 2004, que ese sí que va a ser período de cambios radicales y sustanciales, no necesariamente para peor. Sin necesidad de sacar la bola de cristal, es fácil predecir que 2003 será un período de preparación para el gran salto, un período en el que nos iremos mentalizando para las importantes modificaciones políticas que nos vienen, querámoslo o no. En 2003 tendremos elecciones municipales y autonómicas, que siempre generan mucho ruido acerca de quién las ha ganado, pero que rara vez arrojan un ganador y un perdedor claros: son demasiados datos a computar. Pero qué duda cabe de que los alcaldes y presidentes autonómicos que logren los dos grandes partidos en liza servirán para consolidar posiciones: las de Rodríguez Zapatero al frente del PSOE, por un lado, las del PP por otro. Claro que la convocatoria verdaderamente importante, y por ello digo que todo va a ser una transición hacia este hito, será la de la primavera de 2004, elecciones legislativas en las que probablemente, si nos atenemos a los sondeos actuales, ni populares ni socialistas obtendrán una mayoría absoluta. Y ello aunque en el PP se esté iniciando, ya estos mismos días, un claro cambio de rumbo de la mano del saliente José María Aznar, a quien le quedan aún muchos arrestos políticos. Esa falta de mayoría absoluta condicionará todo a las alianzas que puedan establecerse con los nacionalistas. Los catalanes y los vascos. Y es ahí donde Rodríguez Zapatero se quiere posicionar de cara a 2004, cuando, entre otras cosas, gobiernen ya Maragall o Artur Mas en Cataluña y el lehendakari Ibarretxe haya -es ésta una especulación que cada vez circula más por Euskadi- adelantado las elecciones autonómicas vascas para imponer, por mayoría absoluta, su nuevo estatuto. Estará claro, para entonces, que con los nacionalistas habrá que gobernar de otra forma. Porque el mundo, y no solamente la situación española, ya no van a ser lo mismo. Tan no va a ser lo mismo que se pueden conmover hasta los cimientos, si estalla, merced a un ataque insuficientemente motivado contra Irak, un conflicto de civilizaciones entre los países de carácter islámico y Occidente. España, en el marco de una nueva Europa, ampliada y con sus problemas multiplicados, habría de mantener su alianza férrea con los Estados Unidos, lo que tampoco dejará de traernos consecuencias a medio plazo. Un medio plazo que, naturalmente, no llegará presumiblemente antes de ese 2004 hacia el que todos miran ya con aprensión, convirtiendo a 2003 en tránsito, o poco más.

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