El niño no es sus conductas
Hablamos de niños, no de adolescentes y siguientes. Niños de 2 a 10-12 años. Niños en etapa educativa, 0 a 6 años y escolares de Primaria, 6 a 12 años. Su conducta no es el niño. Las conductas del niño nos hablan diciéndonos lo que puede y lo que no, lo que ha logrado y lo que no; nos muestran sus progresos y sus carencias tanto físicas como emocionales, sociales y cognitivas.
Bernat Castany nos dice algo así: la acción es la modalidad fundamental del conocimiento; nos da nuestra medida, prueba nuestra realidad sobre lo que podemos.
Padres, educadores y maestros necesitamos en primerísimo lugar y más que nada, saber leer al niño en sus acciones, en sus conductas. Es más importante que enseñarle, que aprender-le, más que corregirle, más que ayudarle y que estar con él para hacer con él.
La asignatura clave de todo educador es la observación. La anécdota que Sally Goddard nos narra, de aquella niña de 11 años que gritaba a su maestra la gran lección: «¿Por qué no podías ver que mi forma de ser te estaba diciendo lo que yo no podía decirte?»
Esa es la clave: ¡ver! lo que hay en esas conductas; porque lo que hay es lo que el niño no conoce, no puede decir con palabras. Lo dice con sus comportamientos (acciones) y clama por nuestra comprensión: observar para ver y leer al niño en sus conductas.
Aprender, comportarse, hacer lo que se le pide, lo que debe, lo que corresponde, etc. tiene que poder hacerlo; y hay niños que no pueden, si pudiesen lo harían («if they could they would»: Melodie de Jager).
El Sistema Educativo y la escuela tienen que plantearse si son lo que tienen que ser para dar respuesta cumplida a esos niños que en absoluto son capaces de superar los programas escolares
Corresponde al educador el ¡ver! lo que el niño no puede, no sabe, no llega, no logra, no tiene la habilidad, ni siquiera la destreza, o la dinámica, la atención, el tono; o sea, el desarrollo y madurez para ello. Si pudiese lo haría.
Las conductas del niño son llamadas o gritos que nos dicen: ¡lee! mi conducta y, por favor, ¡entiende!, para que puedas ayudarme.
El Instituto Mind Moves de Sudáfrica y el Centro Prognosis de Rusia contrastaron sus experiencias de 20 años trabajando con niños y escolares. La conclusión de ambos y conjunta es: El 77% de los escolares que tienen dificultades de conducta y para aprender, tienen infra-desarrollados los sentidos internos: la propiocepción y el sistema vestibular. La importancia de esa constatación es enorme desde la perspectiva educativa y escolar. Los mismos autores indican los síntomas y conductas típicas que muestran esos escolares, y son:
Desorganizado y perdido.
Le cuesta concentrarse.
Lento en responder y actuar.
Su tempo en el trabajo es lento.
Le cuesta finalizar tareas.
Progresión pobre o muy pobre.
¿Verdad que nos suena a algo muy conocido en las aulas? Esos niños lentos que no progresan, no atienden, se van quedando retrasados, cada vez más. Y su final es siempre el fracaso o el abandono escolar, que son lo mismo.
Dada la magnitud de esta problemática, ya que afecta a entre un 15 y un 25% de los niños, el planteamiento jamás debe ser: «las dificultades de aprendizaje y las conductas problemáticas de los niños». El Sistema Educativo y la escuela tienen que plantearse si son lo que tienen que ser para dar respuesta cumplida a esos niños que, en absoluto son incapaces de superar los programas escolares.
Esas problemáticas de los niños aparecen pronto y pueden ser vistas (leídas) tempranamente si los educadores dominan la observación. Como todo en la vida, se debe empezar por el principio.
¿Cuál es? ¿Dónde está el principio de los procesos de aprendizaje y los principios de las conductas?
Antes, mucho antes de la escuela. Allí, a los 0–6 años donde la Educación que favorece el desarrollo tiene su asiento; nada que ver con la escuela. Educación que va cuidando el desarrollo del niño, sus mecanismos corporales que condicionan la organización neurológica para la cognición corporeizada. No hay cerebro independiente del cuerpo, no hay mente fuera del cuerpo cerebrado, la persona es su cuerpo total.
El planteamiento neurodinámico enfoca, en primer lugar, el desarrollo físico del aprendiz que es el buen funcionamiento de sentidos, cerebro y sistemas musculares bien interconectados neurológicamente para su eficiencia funcional. Ese desarrollo físico tiene como esenciales colaboradores: la propiocepción y el sistema vestibular. Y, a su vez, los sistemas emocional y cognitivo tienen su asiento en el desarrollo físico que constituye la cimentación sólida de todo progreso. Ese complejo de sistemas funcionales van creando destrezas que desarrollan habilidades para producir (volvemos a Bernat Castany) «acciones, que son la modalidad fundamental del conocimiento, la medida del niño, su realidad como aprendiz y como autor de sus conductas».
Guiar, acompañar, familiarizar todo eso, es la Educación fundamental (0 – 6 años). Y eso es lo que tenemos que saber ¡leer! en el niño, antes y en los años escolares. El niño aprende desde que nace (y antes de nacer), pero ese aprender no tiene nada que ver con lo que es y enseña la escuela. Por ello, y porque cimienta la persona, se acompaña educativamente (no escolarmente), de forma natural y a través de la naturaleza, física y emocionalmente, antes que cognitivamente puesto que el cerebro aún está poco, o muy poco disponible para lo abstracto (letras, números, …) que es el aprendizaje convencional, no natural, propio de la escuela.
¿Cómo podemos exigir a las administraciones que se ayude a los padres con especialistas en Educación (sin escuela) hasta los 6 – 7 años, de forma que los niños no progresen sin progresar, no sigan estando estancados, no pasen sin poder, etc? Se trata de que educar es anterior, base y cimiento para poder comportarse y aprender con eficacia aquello para lo que necesita bases instrumentales fisio-psíquicas. Eso es posible y fácil para el 98% de los niños. Admitimos un 2% de casos especiales por muy diversas circunstancias. ¿Es ese el % de fracaso escolar?
¿Es posible que las administraciones entiendan esto? Los educadores sí.