Diario de León
Publicado por

Creado:

Actualizado:

En alguna ocasión escribí acerca de la tremenda mentira, de la falsedad «intelectual» de personajes como el uruguayo Eduardo Galeano, que, sin conocimiento ni razón, cobró fama a base de arremeter, sistemáticamente, contra España, contra nuestra grandiosa y generosa Historia, que el muy lenguaraz descalificó siempre, con una agresividad que sólo puede caber en el cerebro y en el corazón de una pobre persona enferma de odio.

El muy alborotador, que, sin saber escribir, vivió muy bien del cuento, ha falseado la realidad de la mayor gesta de la humanidad en toda su Historia: el Descubrimiento y la Conquista de América, que los españoles hicimos de forma heroica, generosa, magnífica, y ejemplar. El «dadi», mentiroso malandrín, siempre dispuesto para insultar y vilipendiar a España, llegó hasta el extremo de utilizar el término «genocidio» para referirse a lo que nosotros hicimos en América, en «nuestra» querida América. Era tan ignorante y con tanta propensión a hacernos daño, que se murió sin ser capaz de entender que la palabra «genocidio» fue parida y utilizada por primera vez en 1945-46, en los juicios de Núremberg contra los alemanes de Hitler, y que es de mastuerzos con ínfulas utilizar un término tan reciente para designar unos grandes acontecimientos llevados a cabo hace muchos siglos, y, además, sin tener en cuenta la diferencia de mentalidad y la forma de vivir de entonces y de ahora.

Hay que ser muy crápula, y lo era, para decir que «España y la Iglesia Católica llevaron la Biblia al Nuevo Mundo y le quitaron el oro, que valía mucho más».

Es decir, que para este «comunista», enemigo del capitalismo, vale más el oro, el vil metal, la riqueza material, que la ¡civilización» y el progreso que los españoles llevamos a los nativos.

Gracias a España y a la Biblia, los nativos empezaron a ser respetados y queridos como seres humanos que eran. Nosotros no nos dedicamos a matar y a destruir (como sí hicieron los ingleses, varios siglos después). Los españoles hicimos catedrales, caminos, carreteras, hermosa y sólida arquitectura civil y militar, leyes modernas muy avanzadas para la época, dimos trabajo, libertades, creamos el mestizaje y les regalamos nuestra lengua, la más bella y liberal de todo el planeta Tierra

El «intelectual de secano», don Eduardo, nos pinta una América pre-española como si fuera un Paraíso Terrenal maravilloso donde la gente vivía libre y feliz, cuando lo cierto es que eran terriblemente desgraciados soportando la tiranía cruel y sangrienta de sus reyezuelos, sus caciques y sus brujos, en infinidad de peleas y guerras tribales. Vivían esclavizados, practicaban el canibalismo, y hasta eran sacrificados en los altares de sus dioses con un fanatismo sangriento y cruel. La verdad es que gracias a España y a la Biblia, los nativos empezaron a ser respetados y queridos como seres humanos que eran. Nosotros no nos dedicamos a matar y a destruir (como sí hicieron los ingleses, varios siglos después). Los españoles hicimos catedrales, caminos, carreteras, hermosa y sólida arquitectura civil y militar, leyes modernas muy avanzadas para la época, dimos trabajo, libertades, creamos el mestizaje y les regalamos nuestra lengua, la más bella y liberal de todo el planeta Tierra.

Galeano quiso ensuciar a España, y, al mismo tiempo, «suavizó» las barbaridades cometidas por los ingleses, los belgas y los holandeses, que recorrieron el mundo robando, violando, matando, y esclavizando a los pobres nativos hasta hace apenas cuatro días.

El famoso libro Las venas abiertas de América Latina , publicado en 1971, es un completo disparate redactado por un comunista que no sabía nada de economía, ni de política, ni de historia, pero que pretendía dar lecciones de todo e incluso de democracia.

Otro «iluminado» que siempre arremete contra España es Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, por cuya bocaza salen continuadas agresiones. A ver si se entera usted, señor licenciado, que España no tiene que pedir perdón a nadie, y mucho menos a México; sí son los mexicanos los que deberían estar muy agradecidos a la madre España.

Es muy triste ver que, después de doscientos años de «independencia» y de «libertad», la mayoría de las repúblicas americanas siguen sin haber repartido bien la tierra, los enormes recursos primarios, su explotación, y, además, nada hacen para controlar, o limitar, civilizadamente, el enorme crecimiento de la población.

Ahora, lo que sí hacen los malos dirigentes políticos de Hispanoamérica es quejarse y no parar de maldecir la «herencia española». Así, con su cobarde traición, con su mentira, tratan de justificar, de tapar su mala gestión, sus vergüenzas: con soflamas consiguen engañar a los más humildes necesitados.

El señor López Obrador, ingrato y desagradecido, sigue culpando a España, a la herencia española, de casi todos los males del hermoso país de los antiguos aztecas, como si nosotros, los de la piel de toro, tuviéramos arte y parte, y responsabilidad, en la violencia e inseguridad que hay en sus ciudades, en el narcotráfico, en la contaminación, en el lujo extremo de unos pocos hacendados en claro perjuicio de la mayoría pobre. Tampoco tenemos la culpa de que la población mexicana se triplicara en los últimos cuarenta años.

De Venezuela digo, una vez más, que es el caso típico de país inmensamente rico que se muere de hambre por culpa del nepotismo y la mala gestión de sus dirigentes políticos. Con una población de 33 millones de personas, hay cada año 25.000 asesinatos (en España, con 47 millones de habitantes, hay 320), que da al mundo una clara idea de lo mucho que sufre (aunque siga habiendo lindas chicas en Isla Margarita). España no es culpable, sí es benefactora, los españoles venimos ayudando más de lo que podemos, desde siempre, y buena muestra de ello son nuestros misioneros y nuestro abrazo afectuoso a los hermanos hispanoamericanos que encontramos aquí o en cualquier parte del mundo.

Está claro que el comunismo americano también utiliza la propaganda y la mentira para lograr santificar a sus acólitos, sea Ernesto Guevara, Fidel Castro, Daniel Ortega, o Pepe Mújica, ex-dirigente uruguayo que no sabe de nada, pero, como va de bueno, puede hablar de todo, mentir como un bellaco y disfrutar insultando a España.

Es evidente que estos agresivos bocazas, dirigentes hispanoamericanos, con su demagogia barata, con su querencia comunista, con el Foro de Säo Paulo, no son la solución.

¡Viva España, los toros, los caballos y las guitarras!

tracking