Diario de León

La baza de las provocaciones del hombre unidimensional

Publicado por
Eugenio Nkogo Ondó, profesor
León

Creado:

Actualizado:

Los avezados en la lectura de los temas que no son tan cotidianos, se acordarán de Herbert Marcuse (1898-1979), el último superviviente de los fundadores de la Escuela de Frankfurt, autor de múltiples obras entre las cuales se encuadra El hombre unidimensional. Ensayo sobre la Ideología de la Sociedad Industrial Avanzada. Este epígrafe es, de por sí, sugerente, porque al hablar del hombre se ha entendido siempre, además de la racionalidad, como una realidad multidireccional.

Si fuera única y exclusivamente unidimensional es probable que eso redunde en el menor dominio de las decisiones de su voluntad. Si el título de esta obra va acompañado de un subtítulo susceptible de un pronóstico, este sería un signo que nos anticipa el círculo vicioso del universo que nos envuelve bajo la capa de las técnicas de la manipulación, coordinadas y compartidas entre distintos poderes. Esto es, precisamente, lo que el filósofo alemán nos quiso insinuar. Desde esta perspectiva, en el Prefacio a la edición francesa anuncia el resultado de su trabajo:

«He analizado en este libro algunas tendencias del capitalismo americano que conducen a una «sociedad cerrada» —cerrada porque pone en marcha e integra todas las dimensiones de la existencia, privada y pública—. Dos resultados de esta sociedad cobran una importancia particular: la asimilación de las fuerzas y de los intereses enfrentados en un sistema en el que se oponían en las etapas anteriores del capitalismo, y la administración y la movilización metódicas de los instintos humanos, lo que hace así socialmente dirigibles y utilizables los elementos explosivos y «antisociales» del inconsciente… Puesto que el proceso de integración se desarrolla, por lo esencial, sin terror abierto: la democracia consolida la dominación más firme que el absolutismo; libertad y represión instintiva se convierten en fuentes incesantes renovadas de la productividad…».

Esta visión coincide exactamente con lo que en mis escritos yo mismo he llamado Capitalismo totalitario o Totalitarismo capitalista americano, donde el capital es el Totus, el Todo, al que debe supeditar tanto la realidad humana, su propia actividad y el resto de las demás realidades que pueblan el mundo que le ha tocado vivir. Bertrand Russell, otro filósofo notable del siglo XX, nos dejó otro testimonio en el que nos advertía que, a parte de la guerra, el gran Estado moderno era perjudicial por su extensión y por el sentido de desamparo al individuo. El que no simpatiza con sus aspiraciones, a menos que sea alguien «de muy raras prendas, no puede esperar persuadir al Estado a que adopte los propósitos que a él le parecen mejores. Aun en una democracia, todos los asuntos, con excepciones muy raras, son decididos por un pequeño número de hombres eminentes; y aun las pocas cuestiones que se dejan al voto popular están decididas por una difusa masa psicológica, no por la iniciativa individual. Esto se nota particularmente en un país como los Estados Unidos donde, a pesar de la democracia, la mayor parte de sus habitantes tienen el sentido de una impotencia casi total respecto a todas las conclusiones de importancia.» (Principios de la reconstrucción social, 1921, 53-54).

Aunque haya querido disimular su terror, su violencia interna, sin embargo, esta persigue a su población: «sálvese quien pueda». Lo mismo que cada uno ha aprendido a vivir en la aparente «libertad y represión instintiva», puede disponer de armas para su autodefensa, lo que a veces conduce a que su afán de uso se convierta en un auténtico libertinaje que provoca el estallido o el ruido constante de sus balas, cuyo balance arroya una cifra casi infinita de víctimas de toda índole. Conservando su estado original, el Totalitarismo capitalista impuso su nueva versión: el Neoliberalismo, que se extendió rápidamente a través de las cuatro esquinas del globo.

Cara al exterior, tiene que reforzar la «Quinta Libertad», una expresión que suena aparentemente a algo positivo para los ilusos, pero, a medida que se proponen a interrogar su verdadera significación, se ven invadidos por una enorme frustración, al comprobar que la libertad anunciada se entiende como «la libertad de robar, de explotar y de dominar, de emprender cualquier acción destinada a proteger y fomentar los privilegios existentes. Este principio fundamental fue pasado por alto cuando Franklin Delano Roosevelt anunció las Cuatro Libertades que Estados Unidos y sus aliados se comprometían a defender en su lucha contra el fascismo: libertad de expresión, libertad de culto, libertad de la miseria y libertad del miedo… el despliegue de los acontecimientos, nos proporciona pruebas suficientes para evaluar la importancia concedida a las Cuatro Libertades en la doctrina y en la práctica y para demostrar su subordinación a la Quinta Libertad, principio operativo que explica una parte muy sustancial de las acciones del gobierno estadounidense en el mundo.» (Noam Chomsky, La cultura del terrorismo, 1989, p. 6).

Así obliga a sus aliados a embarcarse en sus aventuras, en las que creyéndose siempre hacer baza cuando, en realidad, les empaqueta graves problemas en todos los órdenes. Los países europeos, y de forma muy especial España, han hecho y seguirán haciéndose cargo de las consecuencias catastróficas de la lucha por los intereses de la baza del hombre unidimensional. Recordemos la presión que Kissinger ejerció sobre nuestro país para que cediera el Sahara a Marruecos, recordemos que la actual administración americana acaba de presionar al Gobierno español para que acepte la política marroquí respecto a esta tierra, en contra de las resoluciones de la ONU, recordemos en, fin, la foto de las Azores, en la que Bush, Blair y Aznar (el aliado más sumiso) lanzaron un ultimátum a Sadam Husein. Por su ciega obediencia al americano, Aznar fue ignorado después por Gerhard Schröder y Jacques Chirac, en un encuentro de los mandatarios de UE en París, quienes se negaron rotundamente a embarcarse en aquella aventura. Habría que recordar, del mismo modo, el sufrimiento, la consternación que provocaron en España los  atentados del 11 de marzo de 2004. Pensemos en este preciso momento en las cartas explosivas dirigidas a diversas instituciones madrileñas y a una fábrica de armas de Zaragoza, un fenómeno que, al parecer, ha llegado a otros países de nuestro entorno.

El lector atento puede descubrir fácilmente la analogía o conexión existen entre los hechos. Mirando a Afganistán, ahí se dará cuenta de que, en agosto de 2021, ante la imposibilidad de cumplir sus objetivos, Estados Unidos abandonó precipitadamente el campo de batalla sin contar con sus aliados, dejándolos a la intemperie para que cada uno asumiese su «coeficiente de adversidad».

Sin demora, provocará la guerra en Ucrania. Con la rápida incorporación de los países del Este en la Otan, tras la alta traición de Gorbachov, logró colocar sus misiles en las puertas de Rusia y, con la promoción de Zelensky a la jefatura del Estado ucraniano, acrecentó el nivel de su provocación.

Era lógico que el Kremlin se manifestara en contra de la situación, mientras que Biden exhortaba a sus aliados a estar en la brecha porque si estallara la guerra, Moscú la pagaría con ruinosas sanciones económicas. Pues, el 24 de febrero de 2022, Rusia inició la invasión del país rebelde. Estados Unidos, sus aliados y sus medios informáticos lanzaron por todas partes la noticia de «la guerra de Putin», ocultando la provocación de la Otan.

El duro castigo prometido por todos sus miembros contra el enemigo, se volvió contra ellos mismos arrastrándolos a una crisis política (en Italia, por ejemplo), energética, económica, etc., junto con la atención a los refugiados ucranianos. Mientras que Rusia, aun contando con bajas como sucede en todas las guerras, consigue sus principales objetivos, entre ellos, la anexión de cuatro provincias y abandona las zonas devastadas, el gobierno de Kiev y la prensa occidental las llaman terrenos liberados. Es probable que, tarde o temprano, el pueblo ucraniano se rebele contra Zelensky por haberlo metido en la guerra absurda de la Otan.

En este sentido, habría que considerar el accidente de coche que sufrió como un atentado, que se les ha pasado en silencio. Pienso que no le quedará otro remedio sino el de reconocer su error y buscar una salida política del conflicto con el Kremlin.

Huyendo de esta solución, el hombre unidimensional pretende hacer baza frente a China, enviando a Nancy Pelosi a Taiwán. Cuando Luc Mélenchon declara, en la prensa francesa, que eso es una provocación, en España, se alaba su actitud heroica en defensa de la libertad, quizás la «Quinta Libertad». Esta breve reflexión nos pone de manifiesto que la implicación en la escalada de provocaciones, nunca puede conducir al buen entendimiento entre las naciones, sino al «eterno retorno» de las hostilidades internacionales.

tracking