Diario de León

Últimos personajes sin lustre de la galería

León

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Voy a cerrar la saga de los retratos de este triste mundillo imaginario que nos desgobierna y nos abruma con sus ocurrencias e intenciones más o menos aviesas. Da para muchos más retratos, pero me acaban «estomagando».

Personaje número 14: ¡Quién te ha visto y quién te ve! Primero fuiste martillo, desfacedor de entuertos, luchador en pro de la justicia y el orden. Después, ¿Qué te pasó cuando te subiste al caballo, en vez de caerte de él, cual Saulo de Tarso? ¿Por qué se produjo la mutación que te hace protagonista de un guion contrario a la lógica de tu primigenia vocación y dedicación? No, no me digas, por favor, que el auténtico es el de ahora y no el de antes, que me duele y me descoloca. Sería como el del viejo chiste (permítanme la digresión para suavizar la pena) que les paso a contar. Un tartaja entra en un bar y le pide al camarero: un ca, ca, café. El camarero le pregunta, ¿có, có, cómo lo, qui, quiere? So, so, solo, le responde. En eso que entra otro cliente y se dirige al mismo camarero y le pide: un café, por favor. El camarero le responde de seguido: faltaría más, ¿lo quiere solo o con leche? El tartamudo se siente vejado por el camarero y, muy enfadado, se encara con él: ¿Qué, de ca, ca, cachondeo co, conmigo? Y el jeta del camarero le responde: No, e vá, de ca, ca, cachondeo co, con el o, otro… Pues eso, un jeta.

¡Ay, San Pablo, que te pegaste el leñazo salvador, mira a ver si éste se pega un hostión de narices y vuelve a su ser!

Personaje número 15: Hace honor a su apellido cuando habla y «hace teatro», creciéndose con el desparpajo propio de un chulo macarra de barrio alejado del centro. Se cree original y gracioso con aires de ingenioso, aunque le falta más bien el ingenio y le sobra el oso. Pretende demostrar un gran poder de maniobra o de manipulación que es impostado, pero que él se lo cree a pies juntillas. Por eso amenaza o apostilla, según. ¿Qué sería de vosotros, españoles, sin nuestra intervención que pone de manifiesto nuestra mirada progresista que va más allá de vuestras miradas miopes, carcas, nostálgicas de una justicia y un orden antiguos, de conquistadores trasnochados y con los días contados?

¡Ay! San Francisco de Borja, que fuiste virrey de Cataluña, mira a ver si pones un poco de cordura en este muchacho, aunque me temo que tengas que hacer horas extraordinarias para conseguirlo…

Personaje número 16: Se presenta, anda y viste como un peón de música o un muñeco de playmobil que se mueve deslizándose, sin hacer ruido alguno, por la moqueta o por el parqué. Juega a parecerse a un pequeño Napoleón metido a emperador sin imperio, pero imaginándoselo. Y en ese mundo imaginario se muestra convencido de jugar un papel decisivo en la construcción de su nuevo Jauja, país paradisiaco y de ensueño. O de sueño que puede convertirse en pesadilla al despertar. Entonces echará la culpa al mismísimo Morfeo, dios de los sueños, por no haberse cumplido sus ensoñaciones.

¡Ay! Santa melatonina, mano de santo contra el insomnio, mira a ver si cuando se despierte no padece el trastorno del jet lag, aunque lo veo difícil. También podría pedírselo a la Pilarica, patrona de su origen que parece olvidar o «humillar».

Personaje número 17: No sé si sabe sonreír o reír, nunca le he visto hacerlo, probablemente porque él no lo considere apropiado en el contexto donde se mueve (metafóricamente hablando, dada su situación). A mí me recuerda, o más bien se me antoja por no sé qué vericuetos metapsicológicos, a una esfinge. Quizás por su aire sedente obligado (y que para mí merece todo el respeto y consideración por otra parte, faltaría más), o por su mirada propia de un oráculo. Se le nota enseguida lo que su mirada transmite: resquemor, rechazo a la crítica, convicción irrefutable de su verdad, gelidez emocional en su discurso, aunque se transluce, aun a su pesar, un odio sordo y camuflado en sus entretelas. «Os vais a enterar» parece desprenderse de su enigma. Protégenos, Señor.

Personaje número 18: Despliega un desparpajo de voy de «sobrada» por la vida, o más bien de la vidorra que me estoy pegando a vuestra cuenta. Es una de las caras más icónicas del mensaje: «podemos lo que podemos, pero podremos lo que podamos mientras estemos en el poder». Ahí queda eso, y el que más chifle, capador. Yo no tengo, parece deducirse de su discurso, que reflexionar o ajustar mis pretensiones a una realidad exterior.

La verdad empapa todo mi ser y se trasuda en mi cerebro (o me lo suda, no sé muy bien), parece desprenderse, igualmente, de su discurso. Lo de disparar con pólvora ajena (léase con el dinero de los contribuyentes) a mí me la suda con tal de favorecer al necesitado (opción secundaria y loable, sin duda), pero sobre todo para que pueda seguir en el poder con vuestro voto (opción primaria). Y que sepáis que, si no consigo lo que pretendo, la culpa no será mía, pues ha quedado claro que por mí que no quede. Así que, en un alarde de autocrítica, vosotros mismos.

¡Ay! Santa Cecilia, patrona de los músicos (lo digo por la consonancia de la encausada con la guitarra), mira a ver si logras que afine las cuerdas del instrumento.

Personaje número 19: Pequeño de talla, con cara de empollón un poco repipi y de ratón de biblioteca, fue designado por el todopoderoso para que logre, con su sapiencia y paciencia, poner un poco de orden y mesura en el carajal que él había provocado en las relaciones con el mundo exterior. Tiene aspecto de saber nadar y guardar la ropa. Es otro de los personajes de esta galería que no pertenece a los de sin lustre y por eso me llama más la atención. Es posible que sea pelín ingenuo y no crea que su jefe pueda hacerle nunca una putada. Se le nota arrobado y crecido ante él. Que no se fie demasiado.

¡Ay! Santos Gabriel y Miguel, patronos del asunto diplomático del encausado, no le perdáis de vista.

Personaje número 20: Este último va dedicado al Coro y el Corifeo que componen el conjunto de personajes de esta galería. Vedlos juntos y no perdáis de vista el espectáculo: sonrisas desbocadas, brillo de arrobo en las miradas, suspiros entrecortados, pechos hinchados cual palomas y palomos en plan arrullo. No importa lo que celebren, ni las consecuencias de sus buenas o malas leyes que han sacado a trompicones o con nocturnidad y alevosía; da igual, el caso es disfrutar, manifestar el goce que les produce el creerse levitando por encima de los vulgares especímenes de la raza humana.

Y, cuando entra en escena el corifeo sin máscara (quiero decir sin ninguna otra que la que lleva puesta desde siempre), con la sonrisa vencedora y el paso medido dirigiéndose al centro de la troupe, el coro aplaude cual infantes sobrexcitados batiendo palmas, e inclinándose abren la boca para entonar el cántico sublime de «presidente, presidente». Éste, magnánimo, se dispone con un teatral gesto a darles la bendición «urbi et orbi». Fin de la comedia o tragedia.

¡Ay! San Judas Tadeo, patrón de las causas perdidas o imposibles, si logras algo positivo con esta cofradía te prometo que te sacaremos en procesión las veces que haga falta.

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