Diario de León

¿Desaparecerá de la obra literaria el machismo?

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Algunos confunden el carácter con la creación. Puede que conozcamos a gente malencarada que hace obras excelentes y eso es suficiente como para que nos alejemos de su obra literaria. Puede que noticias personales manifiestamente poco éticas nos predispongan ante un escritor y nos abstengamos de dar el paso hacia esa obra de arte. Puede…

A mí me parece que conviene separar la obra de la persona, sobre todo porque no es fácil que conozcamos íntimamente a muchos autores. Solo la casualidad nos puede encaminar hacia ese conocimiento. Salvo excepciones, los vemos desde la barrera, desde la distancia. Luego la prensa u otras personas nos refieren que en la distancia corta gana mucho, es mucho más asequible, etc.

Debemos ser capaces de distinguir el autor de la persona. Y en todo caso salvar las obras que la crítica y el paso del tiempo emponderan como magistrales, sea por el estilo o la forma o por el contenido. Otra cosa sería la manifestación tendenciosa.

Me parece cuanto menos inoportuno juzgar a la luz de nuestras circunstancias la creación anterior

Por eso, no procede que ahora echemos por tierra, como pretenden algunos, obras literarias grandiosas. Me parece cuanto menos inoportuno juzgar a la luz de nuestras circunstancias la creación anterior. Otra cosa será que las leamos y comentemos desde nuestra perspectiva. Pueden servirnos para comentar con los alumnos aspectos que hoy serían poco menos que reprobados. Si no queremos dejar en manos libres la mera lectura de ciertas obras, llevémoslas al aula y reflexionemos en voz alta a ver si hoy pasan los filtros de cualquier atisbo machista. Quizás de esta manera matáramos dos pájaros de un tiro: enlazamos con la tradición y valoramos la belleza literaria y ponemos sobre la mesa un contenido que hoy tiene poco sustento.

Vemos que España está en una escala alta en esta valoración de género. Hemos avanzado considerablemente mucho, aunque nos queda algún tramo por recorrer. Pero llegaremos. En muchas esferas tanto el hombre como la mujer están igual considerados. Todavía, es cierto, quedan escalones por subir. Poco a poco la mujer opta por competir con el hombre y tendrá esos puestos elevados que han orillado a la mujer.

Para mí el peor escollo que debe superar es el acceso al trabajo sin ninguna penalización por el mero hecho de ser madre. La joven que quiera ser madre debería tener vía libre para que esa creación no tuviera ningún menoscabo a efectos laborales. No puede ser que se le prive de los privilegios naturales de su capacidad a quien decide ejercer el insustituible don de la maternidad. Ahí no caben reparos ni malentendidos, sino una apertura total hacia el mejor paso adelante. La vida tiene ese ineludible trance y vale la pena arropar a la mujer con todas las de la ley. Para eso están los políticos: legislar para que no haya ninguna discriminación por el mero hecho de su maternidad.

Los demás trámites son secundarios y se conseguirán más pronto que tarde. Las mujeres estudian más y accederán con el tiempo a más consejos de dirección. Entre otras cosas porque es bueno que hombre y mujer discutan y decidan, ya que siempre será más equilibrada la decisión final. Los enfoques en función del sexo y de otras muchas circunstancias harán que los caminos conduzcan más fácilmente a la meta. El sesgo del sexo pasará a ser secundario cuando se junten hombres y mujeres capacitados que opten por las medidas oportunas ante los problemas que se presenten. Nadie es más que nadie. Por encima de cupos o equilibrios debe imperar la capacidad e idoneidad de las personas que concurran. Y seguro que habrá hombres y mujeres en ese empeño de llevar a buen puerto cualquier toma de decisiones.

Abogo, pues, por una sociedad plagada de personas competentes, independientemente del sexo, que aspiran a mejorar el pueblo, la ciudad, la autonomía o el país. En eso hay que poner todo el crédito, más allá de si hay más o menos de un género. La formación, la capacidad, la disposición… son ingredientes que conforman el buen hacer de la persona en cualquier ámbito de la vida. No lo restrinjamos todo en si hay más hombres o mujeres, sino en si los que están cumplen debidamente con su cometido. Lo demás, es secundario. Cada uno es hijo de su talento y trabajo. Por tanto, conviene que todos tengan el camino libre para alcanzar los máximos que se propongan. Solo la persona debe ser responsable de su trayectoria. Para lo cual, efectivamente, no puede haber cortapisas por ser de un género o de otro. Los límites son personales. Y quizás, eso es verdad, haría falta una sociedad más equilibrada, menos diversa en cuanto al aspecto pecuniario. Ese sería, a mi manera de entender, el mayor escollo que hoy tenemos. Hoy que están diciendo que quieren enterrar la clase media. Si ponemos coto a estos desmanes, que chirrían tanto, tal vez lo otro vendría por añadidura. Al tiempo.

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