Diario de León
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Día Internacional del Trabajo, 1 de mayo. Una fecha importante para subrayar una vez más el derecho humano y constitucional de toda persona a un trabajo digno y acercarnos a la realidad actual del trabajo, sus logros y carencias.

El día 21 de abril tuvo lugar en Cuatrovientos —Ponferrada—, organizado por la parroquia y por la Hoac, un encuentro abierto sobre el Trabajo. Los representantes de UGT y CC OO de Ponferrada expusieron la situación actual del trabajo (empleo, paro, precariedad…) en El Bierzo y en la provincia de León; el director de Asprona habló de la proyección laboral de la entidad a nivel de puestos de trabajo para sus beneficiarios y también para los profesionales que trabajan en sus servicios; y el Consiliario Diocesano de la Hoac expuso la visión cristiana y eclesial sobre el Trabajo Humano. Tras las exposiciones, tuvo lugar un rico diálogo entre los participantes.

Señalamos algunos datos sobre la realidad laboral en España. A nivel nacional, ha ido descendiendo el paro y la precariedad laboral hasta unos 2,8 millones de parados, cerca del 13% (frente al 7% de media de la Unión Europea). La precariedad y la temporalidad laboral afectan en torno al 20% de los trabajadores (frente al 13% de la UE). Es especialmente desproporcionado el paro (29%) y la precariedad en jóvenes menores de 25 años. Preocupante también la proporción de los 2 millones de empleados con ingresos insuficientes —«trabajadores pobres»—. Aunque la Reforma Laboral de diciembre 2021 ha sido beneficiosa, la situación sigue siendo muy negativa.

En El Bierzo se ha pasado de 16.410 desempleados en 2016 a 7.103 en 2023; pero habría que contrastar ese dato con el índice de población activa y de despoblación. La mayor parte del empleo y del desempleo se alternan en el sector Servicios. En el resto de la provincia de León pierden peso la agricultura y la industria, la construcción remonta y Servicios presenta también el mayor nivel de empleo-desempleo. Resulta admirable oír que una entidad como Asprona, además de la acción educativa/socializadora que desarrolla, promueve también el empleo de una forma efectiva en sus propios beneficiarios y en profesionales, hasta tener en cartera para el presente año la dotación de cien empleos —cabría incluso la posibilidad de crear de 800 a 1000 empleos más—.

No cabe obviar la realidad de informalidad laboral de un porcentaje alto de inmigrantes —especialmente empleadas de hogar, la mayoría de las «internas»—, expuestos a todo tipo de explotación y abusos —el tema de la inmigración es una asignatura pendiente con nota muy negativa a nivel de toda la Unión Europea—; también la situación de extrema marginalidad o forma moderna de esclavitud que reviste el trabajo de temporeros subsaharianos. Sigue pendiente de resolverse la discriminación contra la mujer en el trabajo, la denominada «brecha salarial», efecto en buena parte del trabajo reproductivo y de cuidados, no reconocido a efectos laborales y escasamente a otros efectos sociales.

Queda, mucho camino para lograr el cumplimiento del derecho humano al trabajo de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) en su art. 23: «toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo». Y en la Constitución Española, art. 23: «Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo». Salta a la vista la contradicción entre la teoría legal fundamental sobre el trabajo y su implementación real, una flagrante hipocresía política, institucional y social.

No me resisto a copiar la proclama del Papa Francisco sobre el Trabajo en Fratelli tutti, 162: «El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esta es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino para una existencia digna… Por más que cambien los mecanismos de producción, la práctica no puede renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque ‘no existe mayor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo’. En una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no solo es un medio de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo y en definitiva para vivir como pueblo».

La Doctrina Social de la Iglesia sobre el Trabajo ofrece algunos planteamientos muy importantes, pero ignorados o apenas tenidos en cuenta en la sociedad e incluso en la propia Iglesia. Por ejemplo, la prioridad del trabajo sobre el capital, es decir, la centralidad del trabajo que realiza la persona del trabajador frente al carácter instrumental que revisten todos los recursos del capital (ver Juan Pablo II, Laborem exercens, 5); ello implicaría, entre otras cosas, que el fin primero de la empresa no debiera ser el beneficio o lucro económico, sino mantener unas condiciones dignas de trabajo y de salario, además de disponer de un cierto nivel de gestión y participación de los trabajadores en el desarrollo de la empresa.

Otro principio de inspiración cristiana: el trabajo debiera ser el principal medio de acceso a la propiedad: «la propiedad se adquiere ante todo mediante el trabajo, para que sirva al trabajo. Esto se refiere de modo especial a la propiedad de los medios de producción» (Laborem exercens, 14).

Y la remuneración justa: «El problema clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo realizado» (Laborem exercens 19)

Estos planteamientos interpelan vivamente la mentalidad social común, el sistema socio-económico-político-laboral vigente y —repito— a la propia Iglesia; la Doctrina Social de la Iglesia es la gran ausente en la formación de la conciencia cristiana y en la pastoral.

Terminamos presentando el ideal del llamado trabajo decente, acuñado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 1999: «Significa la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan a sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato para todos, hombres y mujeres».

El 1 de mayo de 2000, Juan Pablo II pide que todas las personas se unan reclamando el trabajo decente. Y Benedicto XVI y Francisco —que lo redefine como un «trabajo libre, creativo, participativo, solidario»— continúan manteniendo ese reclamo. Finalmente, en 2014, se constituye en España la organización y propuesta de Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), compuesta por varias entidades eclesiales y llamada a implicar a todos los ámbitos de la organización eclesial y social.

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