Diario de León
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Economía es nombre de mujer, de hermosísima dama seductora que nos atrae tanto que está siempre en boca de todos. La buscamos, la perseguimos, la queremos, la necesitamos, pero ella, la muy exigente y selectiva, tan consciente de su poder y encanto, a veces nos rechaza, por patanes y manazas, y otras nos hace muy felices con sus dulces caricias, con sus encantos.

La economía, al igual que la luna, tiene un universo de amantes y sin embargo es fiel a todos, aunque, como es lógico y natural, a unos nos quiere más y a otros mucho menos, pues, siempre sabe responder y corresponder en función directamente proporcional a nuestra forma de proceder con ella, de estimularla, de comprenderla, de saber tratarla.

Y así, amándola bien, siempre resulta cariñosa, benéfica. Gracias a todos los que la entendemos y cuidamos es, además, y por encima de todo, una verdadera y auténtica experta en ciencia empírica que estudia y analiza las riquezas, las producciones, las distribuciones y consumos de los bienes y servicios que necesitamos las personas para poder vivir, para ser felices.

La economía es así de maravillosa. Pero, si ustedes, señores «manazas», no saben tratarla bien, entonces, déjenla en paz: será mejor para todos.

Mi bisabuelo le dejó a mi abuelo, como herencia intelectual más significativa, un libro técnico titulado  Manual de Comercio,  publicado en 1856. Mi padre y su hermano, lo heredaron también y lo utilizaron con frecuencia, en especial mi tío que, además de Bachiller, fue «Tenedor de Libros», bonito nombre que tardé algún tiempo en comprender todo su significado, su importancia y su extensión.

Ahora, yo también dejo a mis herederos ese «libro tan viejo», tan familiar, tan esencial, pues en él aprendí mis primeros conocimientos de comercio, de derecho mercantil, de economía, de contabilidad, que me ganaron para una posterior vida profesional.

Además, aporto otros muchos buenos libros, de autores diversos, que he leído con gusto y estudiado con devoción durante muchos años.

Gracias a todos ellos y a la experiencia contable en el mundo empresarial real, he podido opinar que Gonzalo Bernardo, Niño Becerra, Bernardo de Quirós, José María Gay Liébana, Carlos Rodríguez Braun, Roberto Centeno, Leopoldo Abadía, José Carlos Díez, Juan Torres López, Paul Krugman, Joseph Stiglitz y todos los demás «expertos» economistas de televisión ¡no vieron venir la crisis1 en España e incluso la negaron. Ninguno de estos señores puede aportar escrito alguno, anterior al 2007-2008, que demuestre lo contrario.

Ha sido el profesor Nouriel Roubini el que ganó fama y prestigio a partir del año 2008 cuando el mundo comprobó que se hacían realidad las previsiones catastrofistas que había presentado en 2006 ante el Fondo Monetario Internacional.

Sin embargo, en aras de la verdad, debo decir que he sido yo, servidor de ustedes, el primero en ver llegar el desastre, y así lo demuestran mis artículos:  ¡Ay, la economía!,  Tribuna de Diario de León el 17-11-2005;  Los tipos de interés,  Tribuna Diario de León el 29-12-2005;  Empiezan a   caer del guindo , Tribuna Diario de León 26-4-2007;  Insolventes , Tribuna Diario de León 16-1-2008;  Empanada mental , Tribuna Diario de León 24-5-2008;  Me gusta cuando bala la ovejita,  Tribuna Diario de León 10-10-2008;  Y cuando le contesta el corderito , Tribuna Diario de León 20-11-2008.

La economía siempre debe ser una ciencia práctica que produzca buenos resultados, tangibles y cuantificables, al bien común. En economía el único «milagro» posible es el que se deriva de una buena gestión. No es lo mismo «contar» que «contabilizar», y las «cuentas» no pueden ser «cuentos».

Consecuentemente, sin descalificar totalmente a Keynes, soy partidario de la liberal Escuela Austriaca de Economía, defensora del libre mercado, cuyos máximos representantes son Mises y Hayek.

La crisis económica es, casi siempre, la consecuencia de haber errado el modelo de crecimiento, y es también el fiel reflejo de la pérdida de valores y de la bajeza ética y moral del conjunto de España. La Teoría del Bien Común, del también austriaco Christian Felber, me parece un nuevo humanismo cristiano pero en plan laico, y debería ser «santo y seña» del capitalismo moderno, de la nueva economía de mercado. El gran problema es la condición humana, su egoísmo, su corrupción, que impide los controles y las tutelas efectivas y beneméritas. La teoría es buena, el fracaso es de las personas y de los organismos que tienen que aplicarla en la práctica de todos los días para evitar la tentación de caer de nuevo en el ya viejo y conocido «capitalismo salvaje», sistema casi desaparecido en los países democráticos pero que sí «va como una moto» en China con su materialismo.

A los que sacan a relucir, en devota procesión, al «santo varón» John Maynard Keynes, debo recordarles que este ilustre economista británico se arruinó más de una vez, llevó una vida amorosa un tanto disoluta, no tuvo hijos ni cargas familiares, y murió prematuramente, a los 63 años, de un infarto.

Él, al contrario que nuestros señores mandamases, sí sabía distinguir entre gasto e inversión. En 1940, en:  ¿Cómo pagar la guerra? , dijo que el coste de la misma debía ser soportado por la colonias en África, obligándolas a pagar más impuestos (asunto que ustedes ocultan), y así se evitaría el déficit. En 1919, tras finalizar la Primera Guerra Mundial, publicó: «Las consecuencias económicas de la paz», defendiendo a Alemania, vaticinando que exigirle tantos pagos y compensaciones de guerra e imponerle condiciones muy drásticas y leoninas la humillaría tanto que provocaría una nueva guerra. Acertó, y llegó la Segunda Guerra Mundial.

Hayek (Friedrich August von Hayek), fallecido en Friburgo 1992, pertenecía a la Escuela Austriaca de Economía y le concedieron el Nobel en 1974. En su libro:  Camino de servidumbre  demuestra que la economía planificada comunista-socialista, es un peligro para la libertad individual y conduce al totalitarismo. Hayek fue discípulo de Friedrich von Wieser y de Ludwiig von Mises. Entre 1931 y 1950 tuvo cátedra en la London School of Economics, siendo rival del famoso Keynes y contrario a sus políticas económicas socialistas.

Estoy tratando de recuperar la memoria. Disculpen mi osadía.

El que esté libre de culpas...

Con toda Burbialidad.

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